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Ese corazón puro e ingenuo, teme al mundo sin conocerle, porque han querido hacerle ganar el cielo sin combatir.

El uno es lograr que los amigos del Duque le hagan traición... Prescinda usted de ese medio dijo Sarto. Veamos el otro. ¡Pues el otro dije, es ni más ni menos que un milagro del Cielo! Grande hubiera sido la sorpresa del buen pueblo ruritano si hubiera podido oír la conversación que acabo de transcribir, porque según las noticias oficiales yo me había herido con un venablo durante una cacería.

Si la Tierra permaneciera en la posición T, conservando el movimiento sobre su eje, se verían siempre, desde uno ú otro de los hemisferios de nuestro planeta las mismas estrellas y las mismas regiones del cielo. Una estrella dada saldría, pasaría por el meridiano, y se pondría uniformemente á las mismas horas, en la sucesión de las noches.

Mas ; los elementos obedecen sólo una ley, y ante ella, cual el suelo, los infinitos mundos se estremecen. Mintió quien en tu sér forjó su anhelo... Mas... ¿por qué mis pestañas se humedecen al levantar los ojos hácia el cielo? A mi ruego tenaz por fin rendida, ella, oculta en la sombra, me esperaba, y yo, de orgullo y gozo el alma henchida, buscándola, en la sombra caminaba.

La luna brillaba en medio de un hermoso cielo, y su dulce claridad alumbraba en todos sus detalles aquel curioso cuadro. ¡Cuánto me gusta una hermosa noche de verano! dijo el gitano ; las flores se abren para aspirar la frescura del aire, y sus perfumes nos llegan más suaves. ¿Sentís, hermanos míos, el rico olor de los áloes y de los naranjos?

Y en el silencio mismo que sucedía, triste y terrible, a esas armonías imponentes, se distinguían ruidos extraños y conciertos misteriosos, como los que deben elevarse en las solemnidades del cielo.

Era una ciudad muy distinta de su ciudad natal. Avila, a más de ser tan reducida, era neta y comprensible. En cambio, nada más fácil que extraviarse en el toledano arabesco de callejuelas. Aquí el cielo se veía casi siempre como desde el fondo de un foso y su añil sobrecargado se recortaba estrechamente entre el doble cobertizo negruzco de los aleros.

3 La gran comedia de travesuras son valor. 4 Gustos y disgustos son no más que imaginación, de D. Pedro Calderón. 5 Reinar por obedecer, de tres ingenios. 6 El Pastorfido, de tres ingenios. 7 La tercera de misma, de D. Pedro Calderón. 8 Amado y aborrecido, de D. Pedro Calderón. 9 Perderse por no perderse, de D. Álvaro Cubillo. 10 Del cielo viene el buen Rey, de D. Rodrigo de Herrera.

Si por un prodigio del cielo era Byron aquel hombre, había vuelto sin dudas al mundo dejándose en Nottingham su genio y su cojera, y trayéndose tan sólo la hermosura de sus veinticinco años y los vicios de toda su vida.

Los vidrios de la claraboya tomaban un tinte acaramelado con los rayos del sol, pero abajo solo descendía una luz verde y difusa, una claridad de bodega, discreta y dulce, que parecía sumir la Cámara en una calma monástica. Por las ventanas del techo, encima de la presidencia, veíanse pedazos de cielo azul impregnados de la suave luz de una tarde de primavera.