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Actualizado: 8 de junio de 2025
¡Cuánta tristeza respira el cementerio de la Ligera!... Lo veo todavía, con su bajo tapial, su puerta de hierro oxidada y difícil de abrir, con centenares de cruces negras ocultas por la hierba. ¡Ni una corona de siemprevivas, ni un recuerdo, nada!... ¡Ah, infelices muertos abandonados, cuánto frío deben sentir en su tumba casual! Un momento estuvimos allí arrodillados.
Se ha visto algunas veces que despues de tal ó cual posicion de las nubes, de tal ó cual viento, de tal ó cual direccion de la niebla de la mañana, llovia, ó tronaba, ó acontecian otras mudanzas de tiempo; se habrá notado que en el terreno de este ó aquel aspecto se encontró algunas veces agua, que en pos de estas ó aquellas vetas se descubrió el precioso mineral; y se ha inferido desde luego que habia una relacion entre los dos fenómenos, y se ha tomado el uno como señal del otro; no advirtiendo que era dable una coincidencia enteramente casual, y sin que ellos tuviesen entre si relacion de ninguna clase.
Este principio es el siguiente: «donde hay órden, donde hay combinacion, hay causa que ordena y combina; el acaso es nada.» Una que otra coincidencia la podemos mirar como casual, es decir, sin relacion; pero en siendo muy repetida, ya decimos sin vacilar: «aquí hay enlace, hay misterio, no llega á tanto la casualidad.»
Ha sido todo casual, Adriana... El recuerdo de ese muchacho no me impresiona mucho. ¿Sabes una cosa?... Nunca me preguntes nada sobre eso... porque... no me lo preguntes tampoco... Movió la cabeza procurando sonreír. De todos modos, continuó no podría ser sincera sobre esto. ¡Te quiero tanto, Adriana! Nunca he tenido una amiga como tú.
No hay quien visite á Basilea que no sienta su curiosidad muy picada por la chistosa tradicion de una costumbre muy original que hubo en la ciudad hasta fines del último siglo: la de tener todos los relojes públicos adelantados una hora, en prueba de gratitud, dicen, por un hecho análogo y casual que en otro tiempo salvó a la ciudad de un gran peligro.
En vano el banderillero hacía memoria del suceso, con toda clase de detalles, para convencerla de que la desgracia había sido casual. No; Gallardo, según ella, había querido acabar para siempre, y a no ser por el banderillero, le habrían sacado muerto del redondel. Cuando terminaron las operaciones, la familia volvió a la casa.
Olvidó, sin embargo, dispensar el mismo agasajo á una señora llamada D.ª María de Ulloa, gallega, según dicen, de nacimiento, y amiga, según cuentan, de Fonseca; y resentido por aquella exclusión, casual ó intencionada, el caballero, dice la tradición, juró que la dama había de poseer el mejor palacio de Salamanca. El palacio, con efecto, se construyó, y la tradición quedó unida á su fábrica.
No, la selección no es una obra casual; hay una energía, una voluntad, una inteligencia, o como queramos llamarlo, que mueve las plantas como el mineral y como el hombre, y hace esplender en ellos la vida, y los lleva al acabamiento, de que han de resurgir de nuevo, en una u otra forma, perdurablemente.
Afortunadamente no me vi obligado a violentar nada: el armario tenía puesta la llave en la cerradura. Antes de abrir el armario, cerré las puertas para evitar una sorpresa casual de los criados. Luego abrí temblando el espejo que servía de puerta al armario. En una tabla, cuidadosamente pegado a un rincón, estaba el cofrecillo. En aquella misma tabla había otro objeto. Un gancho de trapero.
Pero aquel dia, en que el calor fué extraordinario, habiéndose retirado Amestoz mas temprano se acostó en la hamaca mientras volvia su amigo. Cogióle el sueño, y Bolívar á su llegada, por no molestarle, ocupó la cama que estaba vacia. Este cambio casual le salvó la vida.
Palabra del Dia
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