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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Admirablemente calzada, aunque sin lujo, completaba su personalidad con la decencia de las botas, parte tan principal del humano atavío, que por ella quizás se dividen las clases sociales. Dieron las tres.
Miró a su amiga sin hablarle, y esta se le acercó sonriendo, como si quisiera decir: «Lo que menos esperabas tú era verme aquí ahora...». ¿De veras eres tú...? Y observó que Mauricia traía unos zapatos muy bonitos de cuero amarillo, atados con cordones azules terminados en madroños. ¡Y qué bien calzada!... ¿Qué te creías tú? Después le miró la cara.
Por otro lado estaba el Verbo Matar, dando grandes voces, y cerrando el puño con rabia, decía de vez en cuando: «¡Si me conjugo...!» Oyendo lo cual el Sustantivo Paz, acudió corriendo tan á prisa, que tropezó en la z con que venía calzada, y cayó cuan larga era, dando un gran batacazo. «Allá voy gritó el Sustantivo Arte, que ya se había metido á zapatero.
El camino ascendente hasta Agua Larga es encantador; mi alazán marchaba noblemente, trepando con la seguridad de la mula, pero sin su andar infernal. Serían las cuatro de la tarde cuando llegué a Agua Larga, punto de donde parte una excelente calzada hasta la sabana, transitable aún para carruajes.
Esta calzada, hecha nada mas que con tierra, perfectamente trazada, y de un tránsito fácil en todo tiempo, conduce á una selva tambien de dos leguas de largo, y poblada de palmas motacúes y de variedad de árboles muy hermosos, que guarnecen un suelo arenoso, lleno de tierra negruzca, muy conveniente para las labranzas.
Escudriñando tan escandalosos sucesos, vio que a los horrores del colegio Imperial y de Santo Tomás habían excedido los de San Francisco el Grande, donde perecieron a navajazos cincuenta individuos. En la Merced Calzada también fue grande el estrago.
Mi compañero de trabajo y mi íntimo amigo Pablo Desvernine, me ha referido lo siguiente, que presenciara él una tarde, en el bufete del señor Viondi, en donde se encontraba Martí. En aquella época el Liceo de la Habana se hallaba establecido en la Calzada de la Reina.
Con estos y otros consuelos, don Simón hasta se atrevía a toser sin taparse la boca, cuando el frío de la noche le obligaba a ello. De pronto se encontraba en una poza con el agua hasta las cinchas. ¡Afloje usted las riendas le gritaban desde atrás , y deje al caballo que siga la calzada!
Tranvías, carros, fiacres, carruajes de lujo, todo vehículo se detiene en el acto y los niños atraviesan tranquilos y sin peligro la calzada, guiados por el amor del pueblo, representado en ese momento por el correcto funcionario.
Dejaba casi siempre la ciudad por la puerta de Antonio Vela, y simulando un andar ocioso y errante, bajaba por algún atajo de la cuesta del mediodía. En el reducido arrabal de Santiago había más tráfago y rumor que en la ciudad entera. La fecundidad de la raza palpitaba al aire y al sol. Los encalados zaguanes vomitaban hacinamientos de chiquillos casi desnudos, sobre la sucia calzada.
Palabra del Dia
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