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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Sí; sí, señor; la metieron envuelta en su manto, y como arrastrando; luego se encerraron con ella, y después salió don Francisco de Quevedo; á poco vinieron el duque de Lerma, y un alcalde de casa y corte y un escribano; entonces supe que mi señora había muerto; pero había tenido tiempo de hacer testamento; nada la ha faltado, nada, ni sacerdote que la auxiliara, y calificado, como que era nada menos que el inquisidor general, ni escribano que autorizase su última voluntad.
Pues a ello prosiguió su padre optando, por lo que prefería . Anteayer, aquí mismo y a estas mismas horas, tuvimos una escena que nos dolió mucho a los dos, por un motivo muy emparentado con el de hoy... Yo te acusé entonces, y tú ni confesaste claro ni negaste, ni tampoco te defendiste; pero dijiste y otorgaste con tu silencio lo suficiente para que yo pudiera formar juicio de todo, como le formé; y teniéndole por bien fundado, tomé una resolución que tú has calificado de injusta pocas horas hace. ¡Es tan distinto del mío tu punto de vista!
El Diccionario Filosófico suyo, donde todo se dice al ayre sin probarse nada, es un testimonio calificado de esto, pues en él ha reducido á compendio toda la impiedad, y cúmulo de errores esparcidos en los demas libros. El Parlamento de París le ha mandado quemar por mano del Verdugo.
En cambio, Mari Pepa, a quien me costó mucho trabajo convencer de que mi marcha no era «la del humo», como ella la había calificado de pronto, habló y jaraneó y se despidió por todos los de su casa, incluso el octogenario, que no había dicho diez palabras, y ésas monosílabas y como otros tantos estampidos.
Lo que le obligaba a caminar así no era difícil de adivinar: tras él venía la fiera gruñendo y rezongando; y al asomar al boquerón, no me impidió el frío nervioso que corrió por todo mi cuerpo, estimar la exactitud con que Pito había calificado el lucir de los ojos de aquel animalazo: realmente centelleaban entre los mechones lanudos de sus cuencas, como las ascuas en la oscuridad.
El silencio de los cronistas del reinado de Enrique IV acerca de unos hechos de tanto bulto, no se estrañará si se atiende á que tampoco hacen mencion de otras violencias muy semejantes que por los mismos años exactamente padecia de parte de otro magnate otro prelado mas calificado todavía.
En esto volvía ya el Barón de Castell-Bourdac, muy diligente y apresurado, con el abrigo de Rafaela. Trató de disculpar su tardanza, puso el abrigo a la dama, le dio el brazo, bajó con ella la escalera y sin duda la acompañó en coche a su casa. El Vizconde apenas se dignó reparar en esta intimidad de Rafaela y del Barón, a quien había calificado de tan simpático como inofensivo.
A un filósofo que está escribiendo un tratado en que se burla de lo que él llama preocupaciones del humano linaje sobre la diferencia entre el bien y el mal, decidle: «me parece, señor filósofo, que es V. un insigne malvado, pues que de tal modo se propone combatir lo mas santo que hay sobre la tierra;» y veréis como se olvida de su filosofía, y de cuanto ha dicho sobre el vano significado de las palabras virtud y vicio, y se indigna de verse calificado de esta manera, y se defiende con calor, y se empeña en probaros que es el hombre mas virtuoso del mundo, y que en aquello mismo está dando repetidas pruebas de lealtad, de sinceridad, de honradez.
No han faltado sin embargo enemigos de Rosas que hayan calificado de inmoral, la predicacion de acabar con la vida de Rosas, elevada al rango de teoría política y de medio lícito de guerra.
En la ternura formada por sacrificios, abnegación, consagración, en el amor serio, en fin, él no creía. Y, sin embargo, todos los sentimientos que en otro tiempo habría calificado implacablemente de sensiblería, hacían presa en él ahora.
Palabra del Dia
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