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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Aun vieron como, cambiando de dirección la canal del horno, arrojaba su chorro de fuego sobre un gran tanque montado en una vagoneta. Era el caldo para los convertidores. Aquel mineral iba directamente á transformarse en acero.

Cuando yo entraba en la celda, ya doña María tenía abierta su boca hacia el divino remedio; toda la faz encendida como una lámpara. Más de nueve días pasó con los dientes tan apretados, que el hombre más fuerte no hubiera logrado separárselos y sin que fuera posible hacella pasar una gota de caldo.

Entre tanto, dejaré advertido que te den una sopita clara..., un caldo siquiera..., porque no puedes estar así... ¡Ea!, adiós, hija mía... »Pero yo no me incorporaba ni alejaba mi cara de la suya. » Adiós me dijo, al fin, estampando un beso, frío y maquinal, en mi frente.

Los viernes solía inviar unos güevos, con tantas barbas fuerza de pelos y canas suyas que pudieran pretender corregimiento u abogacía Pues meter el badil por el cucharón y inviar una escudilla de caldo empedrada era ordinario. Mil veces topé yo sabandijas, palos y estopa de la que hilaba en la olla. Y todo lo metía para que hiciese presencia en las tripas y abultase.

Se muelen las tripas y se las hace hervir con la salsa hasta que resulte una especie de natilla fina, y después se agrega un cazo de caldo de cocido, y se sirve todo ello con la becada.

SALMIGONDIS. Para aprovechar la carne del cocido y cualquier otra, se coloca en una cacerola con trocitos de jamón y chorizo fritos; se fríe cebolla muy picada y tomate, y cuando está hecho se vierte sobre la carne, haciendo hervir todo junto, poniendo también un cacillo de caldo y pimientos cortados en tiras.

Decía Cabra a cada sorbo: -Cierto que no hay tal cosa como la olla, digan lo que dijeren; todo lo demás es vicio y gula. Y, sacando la lengua, la paseaba por los bigotes, lamiéndoselos, con que dejaba la barba pavonada de caldo. Acabando de decirlo, echóse su escudilla a pechos, diciendo: -Todo esto es salud, y otro tanto ingenio.

Lo por experiencia dijo Stein sonriéndose ; y puedo asegurar que el caldo hecho por manos de mi buena enfermera, se le puede presentar a un rey. La tía María se esponjó tan satisfecha. Conque, tío Pedro, no hay más que hablar; me la llevo. ¡Quedarme sin ella! ¡No, no puede ser!

Sin motivo alguno, sólo por placer de herir lo mismo a que a mis compañeros, nos llenan a veces de insolencias. Cuanto más atentos nos mostramos con ellas, más se ensoberbecen. Yo pruebo el caldo y el chocolate todos los días y no he hallado hasta ahora lo que esa mujer le ha dicho. Las horas son siempre fijas. Jamás he visto retraso alguno en las comidas.

Después se fríen en aceite y se colocan en una cacerola, echándoles otro poquito de cebolla dorada y caldo suficiente para que cuezan. Puede ponerse una salsa de tomate, aunque para calamares lo mejor es su tinta.

Palabra del Dia

bagani

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