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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Cruzaban el zaguán de la casita, entraban en el jardín y se dirigían al cenador cubierto de viña virgen, que el pilón resguardaba. Hallábase el pilón vacío, y el tubo de bronce del surtidor no despedía ni gota de agua. Pero Pilar sabía de antemano la hora del singular fenómeno, y calculaba con exactitud.

A fin de calmarse, calculaba que la distancia era grande entre el Luxemburgo y la calle de Artog, donde vivía la señora Martholl, y que, en suma, aquella tardanza no podía ser sino de buen augurio, dado que la visita se prolongaba. La señora Martholl, de la familia Reversy-Jollambeau, tenía gran influencia sobre su hijo.

Con un pie en el estribo de la barrera, calculaba el lugar mejor para dar muerte al toro. Había que llevarlo más allá. Al torero le estorbaba el cadáver del caballo, que parecía llenar con su despanzurrada miseria todo aquel lado de la plaza.

Calculaba don Andrés que él podía prestar dos muy importantes servicios: uno, a doña Inés, impidiendo que su padre la avergonzase casándose con una muchacha de tan ruin y humilde clase, y otro a don Paco, abriéndole los ojos, para que al fin comprendiese que Juanita no le quería sino por interés, y que él no debía casarse con ella por ser indigna de su cariño.

Yo, que calculaba en qué vendrian á parar aquellas misas, no podia menos de reirme en mi interior.

El general, por su parte, seguía la política de Butrón, barrer para dentro, y calculaba ya las copiosas sangrías que, en nombre de los conspiradores, podría hacer su espada victoriosa en las repletas arcas de los consortes López Moreno.

Se le calculaba una fortuna de más de cien mil duros, y sin embargo vivía como un hurón en la gran casa heredada de su padre, sin otra compañía que una vieja criada, y arrastrando su fastidio por los talleres abandonados, que parecían cementerios. Tenía manías, y la más principal era combatir la debilidad de la vejez con un régimen de continua actividad.

Calculaba yo que doce horas habrían transcurrido desde el momento de la partida, que doce leguas me separaban de Trembles; pensaba que todo había concluido, que todo estaba irremisiblemente acabado, y entré en casa de mi tía como quien franquea el umbral de una cárcel.

Sondeándose para ver cuándo había aparecido en él aquella idea y aquel propósito, calculaba que los tenía desde antes de nacer. ¡Tan viejos, tenaces y arraigados le parecían! Mirando siempre el globo de agua, pensaba que si no fuera por el firme tesón que en aquel momento tenía, su miedo sería grande.

Oh, ¡y qué bueno debe de ser estar muerta! calculaba Lucía . Don Ignacio tenía razón en decir que... que no hay felicidad, vamos. ¡Si uno supiese lo que le aguarda en el otro mundo! ¡Dónde andará ahora el alma de ese cuerpo que está ahí! ¡Y de qué servirá morirse, si al fin no deja uno de existir y de acordarse de todo cuanto le pasa!

Palabra del Dia

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