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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Aquellas gentes pedían la República, eran de la Repartidora, como ella decía; al paso que marchaban las cosas, no tardarían en triunfar, y entonces vendría el saqueo de la casa; tal vez el degüello de ella y su hijo. ¡Déjalos, mujer! decía el caído cacique con burlona sonrisa No son tan malos como crees. Que sigan cantando su Marsellesa y dando vivas, ya que con tan poco se contentan.
Pero los borrachos, que no por estarlo perdían la cautelosa prudencia, el saludable temor que inspira el cacique al labriego, se hacían los desentendidos, limitándose a berrear, a herir cazos y sartenes con más furia. Y en el centro del corro, al compás de los almireces y cacerolas, brincaban como locos los más tomados de la bebida, los verdaderos pellejos.
Madrugamos de mañana, y á las cinco ó seis leguas encontramos con el Cacique Caullamantú: este venia costeando el Rio Quequen, y dijo no haber encontrado novedad alguna.
Mandé la gente á que siguiesen la sementera, otros á hacer leña para el viage, y otros prosiguiesen con la aguada. A las dos de la tarde llegó el Cacique Negro con sus indios, se le dió de comer y aguardiente: á la noche llegó la chalupa á bordo.
Lo mismo respondió Maymané, cacique de otro pueblo, que había venido á cumplimentar al Padre. Es digna de saberse la causa de todo esto.
Dos días después se partieron los cristianos, acompañados del cacique principal, con otros de los suyos, y encontrándose en el bosque con el P. Miguel, dieron la vuelta, y á 5 de Octubre llegaron á donde el P. Zea el año antecedente había levantado la cruz.
Por último, el diputado novel ha pedido y recibido con frecuencia las noticias que de Antoñuelo se tienen en el lugar. Allá en el Río de la Plata adonde el cacique le obligó a que emigrase, se dedicó al comercio y prosperó mucho.
Me hablaron Santonja y don Tomás Capdepón, diputado por Orihuela. Me escribió Rebagliatto, gran cacique de aquella ciudad, y a más, íntimo de mi padre, pues se querían como hermanos. A todos contesté que mi conciencia me lo impedía. Vino la discusión en la Diputación. Hablé, y hubo empate en la primera votación. Volví a hablar, volvió a votarse, y tuve mayoría.
Rechazada su pretensión por el orgulloso monarca, cuya sangre, según las leyes del imperio, no podía mezclarse con la de una familia que no descendiese directamente de Mango Capac, el enamorado cacique desapareció una noche del Cuzco, robándose a su querida Cusicoyllor.
En medio de su alegría por haberse reconciliado con don Paco, por estar segura de su amor y resuelta a casarse con él, aunque doña Inés y el cacique se opusiesen y tuvieran ella, su novio y su madre que ser víctimas de la cólera de tan poderosos señores, Juanita sentía profunda pena por la suerte de Antoñuelo.
Palabra del Dia
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