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Actualizado: 16 de julio de 2025
Por una puerta de cuarterones, apolillada, con la cerradura roñosa, se salía a una galería llena de nidos de murciélagos y de golondrinas. Al final había una bóveda con ventanas pequeñas en las gruesas paredes. Esta bóveda estaba ocupada por varios bustos de personajes antiguos, mutilados, y por una serie de relojes de pared de todos los tamaños, parados y la mayoría rotos.
Los bajo-relieves de los tímpanos de la bóveda son medallones á la manera italiana, con bustos de tan alto relieve que parecen los personages esculpidos asomados á los marcos en que se contienen. Cada tímpano presenta dos de estos medallones, y en medio un nicho con su repisa gótica destinada al parecer á una imágen.
Por la parte exterior se deslizaban de ventana en ventana los bustos de unos paseantes, siempre los mismos, ocultándose para volver a aparecer con regularidad casi mecánica; como si se moviesen en un espacio reducido, con los pasos contados.
Asomaban caras curiosas, frentes guarnecidas de rizos, bocas de amarillos dientes descubiertos hasta la raíz por estúpido asombro, bustos envueltos en pañuelos de distintos colores; y más de cuatro andrajosos chiquillos saltaron detrás de Isidora para festejarla con gritos y cabriolas.
Yo lo negaría redondamente si no supiese que cuanto más bárbaro, y, por tanto, más religioso es un pueblo, tanto más susceptible es de preocuparse y fanatizarse. Pero las masas no se movieron espontáneamente, y los que adoptaron aquel lema, Facundo, López. Bustos, etc., eran completamente indiferentes. Esto es capital.
Otra estátua de marmol también en su nicho de tres cuartas de alto de un pastor que lleva á los hombros un carnero y á los pies tiene un perrito. Cinco bustos ó estátuas también en sus nichos en la parte superior de esta galería, todas de la propia piedra. Dos estátuas pequeñas de medio cuerpo de la parte de afuera de dicha galería sobre los arcos mirando al jardin.
Los criados tenían que darle de comer porque no tenía brazos. Así estuvo viviendo de esa manera hasta que murió. Sobre los pequeños pilares que forman la cornisa del palacio 30 se puede ver el busto de un hombre. Como todos los bustos, no tiene ni brazos ni ojos. Según el pueblo este busto es la efigie del arquitecto que dirigió la erección del palacio.
El tal ojo quedaba a larga distancia de su sitio natural, o, cuando más, caía grotescamente en el vientre o el rabo. Isidro seguía imperturbable, manoseando hermosos brazos con aire paternal, guiando los bustos perfumados con protectora suavidad.
Palabra del Dia
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