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¡Si era eso así, entonces el extraño secreto de Burton Blair era mío al fin! Manifesté mi sorprendente y súbita idea, y la cara tostada del anciano se iluminó con una sonrisa triunfante, exclamando: Arregle las cartas y haga la prueba.

Esas letras mayúsculas, casi borradas, fueron trazadas por él a bordo del «Annie Curtis», y conservó seguro su secreto hasta su muerte. Lo que él me refirió confidencialmente, no lo manifesté jamás a nadie hasta... vamos, hasta que Burton Blair me obligó a hacerlo esa noche en que reconoció esta casa por la fotografía sacada por Poldo, y me encontró de nuevo. ¡Lo obligó! exclamó Reginaldo. ¿Cómo?

No, ni una sola vez contestó Hales, dirigiéndose luego a su esposa que acababa de entrar, para decirle que estaba ocupado con nosotros en una conversación reservada y pedirle que nos dejara solos, lo cual hizo inmediatamente. Burton Blair era un hombre de carácter original continuó, volviéndose a , y siempre lo fue. No hubo nunca mejor marino que comiera carne de buey salada, que él.

El alto y enjuto anciano me miró con sus ojos pardos y movió la cabeza. Burton Blair sabía demasiado contestó evasivamente. Según parece, después que yo me retiré llegó a ocupar el puesto de primer piloto, y Poldo, el hombre que había tenido en sus manos, para conseguir buenos rescates, a duques, cardenales y otros grandes hombres, trabajó a sus órdenes pacientemente.

Burton Blair era un hombre raro, tanto en actos como en palabras, muy reservado en sus asuntos particulares, y, sin embargo, aunque parezca bastante extraño, cuando la prosperidad le sonrió, convirtiose en un príncipe de bondad y de nobleza. ¿Pero quiénes eran sus enemigos? le inquirí. ¡Ah! eso también lo ignoro completamente respondió.

Nuestra amistad había principiado desde el día que encontramos a Burton Blair muriéndose de hambre y vagando por los caminos, y nos unimos para costear, con nuestros modestos recursos, su educación y la pusimos en una escuela de Bournemouth para que se acabara de perfeccionar.

Cualquier cosa que Burton Blair me haya dicho ha sido en la más estricta confianza exclamé, ofendido por el entrometimiento de aquel individuo, pero, sin embargo, contento interiormente de haber tenido la oportunidad de conocerlo y poder tratar de cerciorarme de sus intenciones.

Pienso que será necesario explicar las curiosas circunstancias que nos pusieron en contacto con Burton Blair, y describir los hechos misteriosos que se produjeron después que hicimos relación. Es tan notable esta historia desde el principio hasta el fin, que muchos de los que la lean se sentirán inclinados a dudar de mi veracidad.

La posesión más valiosa de Burton Blair, el gran secreto que durante todos esos años pasados y en sus viajes errantes había llevado siempre consigo, al fin descubierto, resultó ser verdaderamente pasmoso.

Parecía medio muerto de hambre, y al principio se mostró taciturno y reservado; pero luego, cuando hubo apreciado lo bastante mi carácter, me dijo que se llamaba Burton Blair, que hacía diez años que había perdido a su esposa, durante su ausencia en el extranjero, y que la pequeña Mabel era su única hija.