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Actualizado: 23 de octubre de 2025
Su breviario era tan viejo y hecho pedazos, que sólo ayudado de la memoria podía satisfacer á la obligación de rezar el oficio divino; su mayor tesoro eran los instrumentos de penitencia, con que maceraba su carne, cilicio, cadenas de hierro, cruces armadas de agudas puntas y otros de este jaez, con que redujo su cuerpo á perpetua esclavitud, con aquel santo temor con que se armó también contra sí mismo el Apóstol San Pablo.
Un viejo ministo, abierto al breviario, al pié de la cama murmuraba quedo una honda plegaria. Tendida en el lecho la pálida enferma, sintiendo cercana la hora de la muerte, con voz apagada a todos sus hijos a todos llamaba. Tortura el silencio de la triste alcoba, angustia la calma de aquel cuadro negro.
Esperarán en el claustro de la capilla, donde convendrá que el lector les refresque la memoria sobre el tema Gesta beati Benedicti. Así se evitará toda conversación ociosa y toda ocasión de liviandad. Una vez solo el abad, volvió á fijar sus miradas en las páginas caprichosamente iluminadas de su breviario y permaneció en aquella actitud basta que hubo entrado en la sala el último de los monjes.
Ya más sano en mi alma, volví a bañarme en la onda tépida y vigorizante del Breviario. Ahora, tres himnos se alojaron en mi pecho y ardían de modo inmarcesible, como lámpara de tres lenguas iguales: los tres himnos a María Magdalena, uno precisamente del cardenal Belarmino, otro de San Gregorio, retocado por Belarmino, el tercero de San Odón de Cluny, retocado también por Belarmino.
Estas tres virtudes teologales le bastan al cristiano para triunfar sobre los caducos principados de la tierra. Tal era la misión social y espiritual de la Iglesia primitiva, de la Iglesia apostólica. El día de los apóstoles San Pedro y San Pablo, consta en el Breviario un himno compuesto por Elpis, siciliana, mujer del filósofo Boecio.
Triunfó en el combate el breviario gótico, demostrando su superioridad con magníficas cuchilladas; pero aun después de manifestarse por este medio contundente la voluntad de Dios, el rito romano fue poco a poco enseñoreándose del culto, hasta dejar al mozárabe arrinconado en aquella capilla como una curiosidad del pasado.
El tabaco, como es natural, le sirve para proporcionarse una honesta distracción, y el libro pequeño es un diminuto breviario en que ora de cuando en cuando. Los dos, Azorín y el clérigo, salen del pueblo y van caminando por un tortuoso camino plantado de moreras.
La noche del entierro de su padre, el abate Constantín lo llevó consigo al presbiterio. El día había sido lluvioso y frío. Juan se hallaba sentado junto al fuego; el sacerdote leía su breviario; la vieja Paulina iba y venía arreglando todo. Una hora pasaron sin pronunciar una palabra, cuando Juan, de repente, levantando la cabeza dijo: Padrino, ¿mi padre me ha dejado algún dinero?
Palabra del Dia
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