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Actualizado: 23 de julio de 2025
504 Y satisfecho el salvaje de que su oficio ha cumplido, lo pasa por ahi tendido volviendo a su haraganiar, y entra la china a cueriar con un afán desmedido. 505 A veces a tierra adentro algunas puntas se llevan; pero hay pocos que se atrevan a hacer esas incursiones, porque otros indios ladrones les suelen pelar la breva.
Y en nuestros días, los krausistas, que ven a Dios, según aseguran, con vista real, tienen que leerse y aprenderse antes muy bien toda la Analítica de Sanz del Río, lo cual es más dificultoso y prueba más paciencia y sufrimiento que abrirse las carnes a azotes y ponérselas como una breva madura.
Hace ya más de ocho días que la pidió a su hermano, que, por supuesto, ¡abrió un ojo!... Pero la chica, pásmese usted, se niega a casarse con su tío, y todos dicen que tiene la culpa el sobrino del cura, que la ha levantado de cascos... El padre, con esto, dicen que la pega cada pie de paliza que la pone como una breva. Pero ella se empeña en que no, y que no, y no hay quien la saque de ahí...
Sólo he de afirmar ahora que el Peor no merecía tal joya, ¡que había de merecerla! y que si fuese hombre capaz de alabar á Dios por los bienes con que le agraciaba, motivos tenía el muy tuno para estarse, como Moisés, tantísimas horas con los brazos levantados al cielo. No los levantaba, porque sabía que del cielo no había de caerle ninguna breva de las que á él le gustaban.
El poder cayó de nuevo en las garras de Serrano, y el desquiciamiento general, la indisciplina del ejército, que peleaba sin fe ni esperanza en aquellas dos grandes esclusas de Cartagena y el Norte, que se tragaban torrentes de sangre y arroyos de dinero, indicaban a los pacientes alfonsinos, cruzados de brazos, que se acercaba la hora de extender la mano para coger la breva, madura ya por completo.
Había dado, como siempre, muchas participaciones, por lo cual los doce mil quinientos duros se repartían entre la multitud de personas de diferente posición y fortuna; pues si algunos ricos cogían buena breva, también muchos pobres pellizcaban algo. Santa Cruz llevó la lista al comedor, y la iba leyendo mientras comía, haciendo la cuenta de lo que a cada cual tocaba.
Bastante has gozado; ya supiste lo que es la vida de esas infames sanguijuelas... Vamos, que si no meten a esa divinidad en la cárcel, ¡pobre Juan Bou, infeliz obrero!... Sigamos ahora siendo pueblo llano, independiente, liberal, y cuando caiga otra breva, veremos si conviene ser pueblo o echar una cana al aire en el mundo de los burgueses. ¡Valientes pillos! Pero aquello es vivir...».
Palabra del Dia
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