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Actualizado: 19 de junio de 2025
Debe ser humilde, puesto que implora, y altivo también, puesto que es fuerte. No veo en el señor Lautrec ni esa humilde ternura ni ese robusto orgullo. Y, en todo caso, no soy yo quien podría inspirárselos. Me parece muy fascinado por la bellísima Luciana, que es tan a propósito para gustarle. Hay, ciertamente, entre ellos un atractivo. Borremos, pues, de la lista, a don Gerardo Lautrec.
Hablo del Montecristo: hablo de ese libro terrible, que hace de este mundo un sopor, una cueva encantada, un brevaje oriental, una bellísima diablura. Ciertas gentes se han empeñado en hacer ver que la diablura puede ser bella, que las brujas pueden ser artistas.
Si pudiera mi alma, dalaga de mi tierra, mitigar los pesares que tu espíritu encierra, te enseñaría un prado de encanto singular, y en medio de tus ansias, bellísima criatura, te haría ver poéticos jardines de ventura, do eternamente puedas tu cuitas olvidar.
Los palacios y jardines de dicha margen hacían delicioso el camino que iba y va hasta el sitio donde el rey D. Manuel el Dichoso había erigido graciosa y elegante torre, en conmemoración de que allí se embarcó Vasco de Gama para ir por vez primera a la India, y no lejos el magnífico templo y claustro de Belén, obra de singular y bellísima arquitectura.
Detuviéronse aquí los Padres tres días esperando á los neófitos que habían despachado á reconocer el nuevo camino; de aquí prosiguieron su viaje, aunque bañados de sudor, siendo necesario abrir camino con hachas y picos por una espesísima selva, hasta que entraron en una campaña de bellísima vista, enfrente de la cual estaba la laguna Mamoré, á donde se encaminaban.
Por el Mediodía mira al Chaco y á un gran lago, ó por mejor decir, golfo del río Paraguay, que forma aquí una bellísima ensenada, cuyas riberas están pobladas de gran multitud de árboles y se llamó desde sus principios este seno ó ensenada el puerto de los Itatines.
Nada tiene este pueblo de particular que, de contar sea, salvo recordar la bellísima vega en que se asienta, y las aguas termales del Gogon, cuyo manantial se encuentra á las faldas del Sigñion, heraldo del grandioso Mayon, que se alza á su espalda.
Esto no se ocurre desde luego; pero despues que se reflexiona sobre aquel precioso mosáico, sobre aquella bellísima barbarie, sobre aquella hermosa monstruosidad, encontramos una especie de mesa revuelta, en que no sabemos qué admirar más, si la belleza de las partes, ó el curioso desórden y la rica y fecunda discordancia del conjunto.
Nadie se sorprenda por lo tanto, ni de la forma ni de los objetos que este abraza; y debemos terminarlo haciendo público nuestro agradecimiento hacia los distinguidos escritores que acaban de honrarnos con su fallo, como el señor D. José Tomás Guido, en una bellísima carta que acogieron deferentes La Tribuna y La Prensa, y que reprodujeron en sus columnas varios periódicos de la República. El Dr.
Y el amor tiene mayores garantías de éxito cuando emplea los cien ojos de Argos que cuando elige cubierto con la venda de Cupido. El amigo Cupido y su venda constituyen un símbolo que no resiste el menor análisis. Los símbolos de los griegos, siempre graciosos, no siempre son razonables. Bella es en el cielo la hora del alba. Bellísima es en el alma la aurora del amor.
Palabra del Dia
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