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Actualizado: 21 de junio de 2025
Y también nos llevarán poco dinero, que aquí se come barato. Pero mucha paciencia, amigo mío, que aquí se aguanta mucho. No hubo sin embargo remedio: mi amigo no daba cuartel, y estaba visto que tenía capricho de comer mal un día.
La manía de adquirir todo lo barato daba a la casa un tono grotesco. Sobre la puerta de la escalera destacábase una testa de toro disecada, con unas astas que daban frío.
En la iglesia, hecha un ascua de oro, con cortinas de terciopelo del barato, cenefas de papel dorado, candilejas mil, enormes ramilletes de trapo y unos pabellones que parecían de teatro de tercer orden, había tal concurrencia, que era muy difícil penetrar en ella.
No me daba manos a trabajar, porque acudían a mí enamorados, unos por coplas de cejas y otros de ojos, cuál soneto de manos y cuál romancico para cabellos. Para cada cosa tenía su precio, aunque, como había otras tiendas, porque acudiesen a la mía, hacía barato. ¿Pues villancicos?
Al despedirse, Juliana dio besos a Obdulia, y a Frasquito un apretón de manos, ofreciéndose a plancharle las camisolas, al precio corriente, y a volverle la ropa, por lo mismo o menos de lo que le llevaría el sastre más barato.
Hablando con sus correligionarios, se enteró de muchas cosas; supo que Corfú era un excelente país, una verdadera tierra de promisión en la que se vivía muy barato y en la que sería rico con 1.200 francos de renta. Se enteró también de que la justicia inglesa era severa, pero que con una buena lancha y dos remos se podía escapar a la persecución de la ley.
Si el servicio que pienso recompensar pudiera hacerse público, no le pagaría tan barato; sería cosa de titular á quien le ha hecho: ha salvado á su majestad. Pues qué, ¿su majestad ha estado en peligro? Su majestad la reina ha estado á punto de ser deshonrada contestó el duque. Montiño supo contenerse en el momento en que vió claro que se trataba de su sobrino postizo.
La mesa sobre que se jugaba era de pino, con tres pies y otro supuesto, que podía pedir limosna como ellos, un candelero de barro con una antorcha de brea, y los naipes con dos dedos de moho hacia cecina , de puro manejados de aquellos príncipes, y el barato que se sacaba se iba poniendo sobre el candelero.
Antes, todo cuidado les parecía poco para él: ayer se quejó de que el café, por ser barato, era malo, y mi madre, con una calma espantosa, le respondió que peor estaría el cáliz de la amargura; y no lo dijo con intención dañina, sino porque oye a Tirso majaderías por el estilo.
Venían de merendar en las Ventas y paladeaban la última alegría del vino barato, la tortilla de escabeche y la contemplación del mísero paisaje de las afueras, más abundante en techos de cinc, polvo y pianos de manubrio que en aguas y árboles. ¡Qué rabia me da esta gente! decía Teri mirándolos con hostilidad y evitando su contacto . No, rabia no; ¡pobrecitos!
Palabra del Dia
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