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Siéntese más que segura, muy valiente: está familiarizada con el mar, con las olas, y afirma que va á nadar: «quiere domar el marAmbición un tanto elevada. Primero vese postergada por su hijo, algo más listo y atrevido que su madre. Creyéndose sostenida, nada; en otro caso tiene miedo y se va al fondo. Ahora se resarcirá á fuerza de baños, pues hase enamorado del mar, lo adora.

Hace seis meses pasas las noches escribiendo y consumiéndote, llevas una vida de seminarista que ya hizo sus votos o de benedictino que toma baños de ciencia para calmar la carne. Y ¿adonde te ha conducido todo eso? A ninguna parte repliqué. Tanto peor; porque toda decepción prueba, a lo menos, una cosa: que se ha errado en cuanto a los medios de triunfar.

Ya sabía ella lo que tenía que decir. Primero, mucha ira, mucha protesta de dignidad, mucha palabrería contra Amparo y Agustín, después una serie de modulaciones de transición. Era evidente que Isabelita necesitaba baños de mar y Alfonsito también... Ante esta necesidad, los gustos de ella, sus escrúpulos, no tenían ningún valor.

Mientras Thiers estaba en su oficina, su mujer pasaba las horas casi sola. Rara vez iban visitas a la casa; pues la mayor parte de sus amigas, a excepción de las de Cucúrbitas, no habían vuelto aún de baños. Dos o tres veces fue a verla Refugio, y charlaron de modas y de los artículos que había recibido de Burdeos.

Educada por una madre inteligente y seria, que se había dedicado a desarrollar el corazón y el espíritu de su hija, María Teresa había aprendido que a veces es peligroso juzgar a las personas por su exterior más o menos brillante; por lo cual deseaba, para apreciar la cultura moral e intelectual de Martholl, que se presentasen otras circunstancias distintas del período del flirt de los baños de mar.

Para ir á ella era necesario dar la vuelta á la ciudad, ó atravesarla por el medio. Soledad optó por lo primero. Siguieron la curva de la muralla ciñendo la ensenada de la Caleta y, dejando á un lado las Barquillas de Lope, donde habitaba la aborrecida rival, continuaron por el paseo del Perejil, y después de bastante andar llegaron á los baños del Carmen.

Por otra parte, no debe llegarse á la violenta emoción de los baños fríos, sino después de prepararse con el uso de baños tibios que facilitan la absorción.

Su mujer no se separaba de él sino cuando alguna visita importuna lo obligaba a ello, cuando Milagros entraba con aire afligido, y llamándola aparte, me la obsequiaba con un par de lágrimas o de zalameras caricias... Ya no había que pensar en baños, a menos que no se restableciese Bringas para los primeros días de Agosto, lo cual no parecía probable.

No se olvidó el autor de darnos algunos detalles de cómo estaban las casas de baños en aquellos días de 1587, en que escribía, y así añadió lo siguiente: «A las grandes salas donde se bañan salen sus caños que corren de agua caliente y también fría.

Rafael habló a don Fernando de sus costumbres extraordinarias, que muchas veces había oído relatar al padrino: sus baños de mar en Cádiz en pleno invierno, ante la gente, que temblaba de frío; sus regresos a casa en cuerpo de camisa después de dar la chaqueta a un compañero menesteroso; su régimen alimenticio, que no podía pasar de los treinta céntimos diarios.