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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Tuve que buscar apoyo en el respaldo del sofá. ¡Hay algo más que amor! dijo en voz baja, con dulcísimo acento. Si el amor lo fuese todo, yo podría seguirte hasta el fin del mundo, aunque tuviese que vestir harapos, porque mi corazón te pertenece. Pero ¿no existe algo más que el amor? No contesté. Ahora me avergüenzo de no haber asentido, de no haber facilitado sus esfuerzos con mis palabras.

12 Por lo cual así mismo padezco esto, pero no me avergüenzo; porque yo a quien he creído, y estoy cierto que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. 15 Ya sabes esto, que me han sido contrarios todos los que están en Asia, de los cuales son Figelo y Hermógenes. 16 el Señor misericordia a la casa de Onesíforo; que muchas veces me refrigeró, y no se avergonzó de mi cadena;

En cambio, la ternura de mi corazón, que no se fija en objeto condigno, que no se emplea y consume en lo que debiera, brota y como que rebosa en ocasiones por objetos y circunstancias que tienen mucho de pueriles, que me parecen ridículos, y de los cuales me avergüenzo.

La bochornosa operación se repitió varias veces, con gran goce y algazara de los presentes, incluso el presbítero Chapaprieta. Mi padre era el único que se mantenía impasible, porque despreciaba lo cómico. Confieso que también me reí como un idiota. Ahora me avergüenzo, por y por la duquesa.

Desfallecieron mis creencias, entronizóse en mi espíritu la duda, y vagó por mis labios la blasfemia. Cuanto mas pretendí sondar el origen de las cosas, tanto mas se entenebreció mi alma, tanto mas fui impío. Cobré tedio á la sociedad, cobré tedio al mundo; me encerré en un egoismo fatal de que hoy mas que nunca me avergüenzo.

Magistrados hubo tan pusilánimes, que se figuraron que había llegado el fin del mundo; hubo hombres de Estado, eminentes, cuyos nombres me avergüenzo de escribir aquí, que dudaron de que el artículo de la Constitución que garantiza a todo ciudadano extranjero la libertad civil y religiosa, era un principio moral incontrovertible.

Me avergüenzo sólo de pensarlo; mas no debo mentir: lo odié.

Y yo no soy mala, Juan; yo me avergüenzo de eso, y luego me entran remordimientos, y besaría los pies de los que un momento antes quería no ver vivos, y de mi sangre les daría para que viviesen si se muriesen; ¡pero hay instantes, Juan, en que odio a todas las cosas, a todos los hombres y a todas las mujeres! ¡Oh, a todas las mujeres!

Somos hijos del pueblo; en el seno del noble pueblo nacimos; manos callosas mecieron nuestras cunas de mimbre; crecimos sin cuidados, mocosos, descalzos; y por mi parte decir que no me avergüenzo de haber dormido la siesta en un surco húmedo, junto a la panza de un cerdo.

Por eso yo, que soy revolucionario en todo, no me avergüenzo de decir que me gustan los toros... El hombre necesita el picante de la maldad para alegrar la monotonía de su existencia. También es malo el alcohol y sabemos que nos hace daño, pero casi todos lo bebemos. Un poco de salvajismo de vez en cuando da nuevas energías para continuar la existencia.

Palabra del Dia

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