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Actualizado: 24 de junio de 2025


Aquellos segundos me parecieron horas, hasta que de pronto alcancé a ver en medio del río un bulto blanco, y sin un momento de vacilación me lancé al agua en su busca. La impresión del agua fue muy dura, pero, felizmente, soy un fuerte nadador, y ni el intenso frío ni la fuerza de la corriente tuvieron mucho poder para impedir mi avance hacia donde estaba el cuerpo de la inconsciente niña.

Don Príamo Febrer, herido en la cara y en una pierna, se arrastró hasta una puerta de la ciudad, clavando en ella su puñal como testimonio de su avance.

Y donde le encuentren... Terminó la frase con una mímica espresiva. Levantó ambos brazos á la altura de la cara, el derecho más encogido que el izquierdo, vueltas las palmas de la mano hácia el suelo, cerró un ojo y haciendo dos movimientos de avance, ¡Psst, psst! silbó. ¿Y los brillantes? preguntó Ben Zayb. Si se le encuentran...

Si no fuera por y por mi pobre padre, ¡cuántas veces me hubiese decidido a ser el primero en un avance o el último en una retirada, para que me quitaran de en medio! y mi padre me sostenéis, para vosotros vivo: el pobre viejecito necesita amparo; y contigo, ¡puedo ser tan feliz!

Era que la masa, por instinto, adivinaba en ellos la barrera opuesta á toda tentativa de avance. Estancando la vida del país, cortaban el paso á los de abajo.

Ni es del hombre la senda ó el destino El reposo, el dolor ni la alegria, Sino la accion, para que cada dia Avance una jornada en su camino. Que la ciencia es muy larga, el tiempo estrecho, Y el corazon mas varonil y fuerte, Bate el fúnebre paso de la muerte Cual velado tambor dentro del pecho. En el vivac del mundo, alza tu escudo! En el campo de accion, arma tu diestra!

Sus alas se tendían majestuosas en el éter como velas cóncavas; su túnica arremolinábase atrás, en pliegues armoniosos, impelida por el viento. Era igual a la Victoria de Samotracia, y lo mismo que a ella, le faltaba la cabeza. Por esto acabó de conocerla Ojeda. Ella no piensa, ella no tiene ojos... Era la esperanza, la ciega esperanza que con el avance de su torso señalaba al Sur.

Eran del Norte y el Este de Francia y habían escapado ante el avance de los alemanes. De todos los relatos de esta muchedumbre dolorosa, que no sabía adónde ir y no contaba con otro recurso que la piedad de las gentes, lo más impresionante para él eran los atentados á la propiedad. Fusilamientos y asesinatos le hacían cerrar los puños, prorrumpiendo en deseos de venganza.

Dentro de ella cabalgaban sobre caballos en pelo los guerreros de la horda indígena en insolente avance sobre los núcleos de civilización pastoril enclavados audazmente en el desierto. Eran demonios cobrizos, de lacias y aceitosas melenas sujetas por una cinta, ávidos de aumentar con nuevas vacas y hembras blancas la fortuna de bestias y esclavas que guardaban en sus tolderías.

Desnoyers lo tocó en una cadera, quiso despertarlo, é inmediatamente rodó por el lado opuesto. Estaba muerto; las entrañas colgaban fuera de su abdomen. Así había avanzado sobre su corcel, trotando confundido con los demás. Empezaron á caer en las inmediaciones enormes peonzas de hierro y humo. La artillería alemana hacía fuego contra sus posiciones perdidas. Continuó el avance.

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