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Actualizado: 1 de julio de 2025


Pero no contaba con Tristán de Horla, que levantando con sus forzudas manos pesado peñasco lo dejó caer á plomo sobre el hondero, al pasar éste al pie de la roca, con tanto tino que le destrozó un hombro, derribándolo al suelo, donde empezó á dar grandes gritos. Al oírlos se incorporó Roger, miró en derredor como atontado, y de pronto vió uno de los caballos que á pocos pasos de él estaba.

Yo estaba absorto en la contemplación de tanta maravilla, cuando sentí un fuerte golpe en la nuca. Creí que el palo mayor se me había caído encima. Volví la vista atontado y lancé una exclamación de horror al ver a un hombre que me tiraba de las orejas como si quisiera levantarme en el aire. Era mi tío.

Valor, Pablo, valor; verás, la Virgen de Luján nos ha de ayudar... Hasta luego, adiós. Dejóle desplomado en el sillón, tan abatido, que no hizo un movimiento para detenerla, no dijo una palabra para estimularla en la espinosa jornada que emprendía: el golpe habíalo atontado y se le oía barbotar: ¡Todo, todo, menos eso!

Nunca la señora Chermidy había estado tan bella y tan radiante. Su cara parecía un sol; el triunfo relampagueaba en sus ojos; su sillón parecía un trono, y su voz sonaba como un clarín. Se levantó para recibir al duque; sus pies no tocaban sobre la alfombra y su cabeza, soberbia de alegría, parecía ascender hasta el techo. El viejo se detuvo atontado y jadeante al verla de tal modo transfigurada.

¡Los réditos! ¡Cuántas veces, por causa de ellos, se había golpeado la frente con los puños cerrados! ¡Cuántas veces había corrido, obsesionado, atontado, a través de los campos fangosos, para escaparse de esa tropa de demonios chispeantes; cuántas veces, en un acceso de loco furor, rompió con el puño algún utensilio, arado o vara de coche, como si cualquier arma le hubiera parecido buena para combatirlos!

Allí se reunían una tía y dos primas de don Eugenio a quienes por ser muchachas y frescas no quería el párroco tener consigo a diario en la rectoral ; el ama, viejecilla llorona, estorbosa e inútil, que andaba dando vueltas como un palomino atontado, y otra ama bien distinta, de rompe y rasga, la del cura de Cebre, que en sus mocedades había servido a un canónigo compostelano, y era célebre en el país por su destreza en batir mantequillas y asar capones.

No me sentía abochornado en lo más mínimo, demasiado atontado y amodorrado, como estaba aún, para darme cuenta exacta de mi situación. Al principio, nadie notó mi presencia; porque, en las salas reservadas para los hombres, el humo de los cigarros era tan compacto que a tres pasos no se distinguían sino bultos confusos... Se jugaba fuerte.

Tráeme lo que quieras con tal que vengas pronto. Y no tardó en volver, trayendo un plato de pescado. «Hijo de mi vida, le mató». ¿Quién? El marqués a Aparisi... le dejó en el sitio. Cuenta, cuenta. Pues de primera intención soltole a su enemigo un delirium tremens a boca de jarro, y después, sin darle tiempo de respirar, un mane tegel fare. El otro se ha quedado como atontado por el golpe.

Palabra del Dia

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