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Actualizado: 16 de julio de 2025


El Atlántico le conocía desde Islandia y las islas de Lofoden, hasta el Cabo de Buena Esperanza y el de Hornos. Sabía lo que son las tempestades del Pacífico y los tifones del mar de las Indias. Yurrumendi había visto mucho; pero más que lo que había visto, le gustaba contar lo que había imaginado. A Chomin Zelayeta y a nos tenía locos con sus narraciones.

El Atlántico, de un azul de confitería, había sido rebautizado con un nuevo título: Océano de Bondad. Y nadie podía adivinar el sentido de esta bondad, atribuida al Atlántico por la monja autora del mapa. Doña Cristina salió apresuradamente.

Navegaba lentamente con sólo algunas velas, cruzando y recruzando las mismas aguas. Kaledine, al transcurrir dos días, empezó á inquietarse. Varias veces oyó Ferragut cómo murmuraba el nombre de Gibraltar. El paso del Atlántico al Mediterráneo era el mayor peligro para los que él esperaba.

Al otro lado del mar, en las costas del Atlántico y el Pacífico, o acopladas en las laderas de los Andes como los nidos de los cóndores, existían miles de ciudades unificadas por el idioma, las costumbres y un concepto peculiar del honor. Ochenta millones de seres hablaban el castellano y pensaban en él.

Santander es una ciudad fortificada, sin que por eso pueda llamarse una plaza fuerte. Ella es esencialmente comercial, en términos que después de Cádiz y Sevilla es el puerto mas importante que en la actualidad tiene España en el Atlántico.

Numerosas cordilleras de montañas, algunas de las cuales alcanzan una altura de 9,750 pies, atraviesan las regiones del este y del sur del país. Con una línea de costa de más de 5,000 millas, el Brasil tiene muchos puertos excelentes. Manaos, en el Rio Negro, aunque 1,000 millas distante del océano, es también un importante puerto en el Atlántico.

Por una respetuosa admiración venían a sentarse en la acera algunos de aquellos vejestorios que habían recibido de él en otro tiempo órdenes y palos, y juntos hablaban con cierta melancolía de la gran calle, como el capitán llamaba al Atlántico, contando las veces que habían pasado de una acera a otra, de África a América, corriendo temporales y chasqueando a los polizontes del mar.

Otros, simples labriegos, españoles ó italianos, habían atravesado el Atlántico atraídos por la estupenda novedad de ganar seis pesos diarios por el mismo trabajo que en su país era pagado con unos cuantos céntimos.

No es de olvidar que los restos mortales del insigne marinero fueron embarcados é hicieron todavía dos viajes atravesando el Atlántico y el mar de las Antillas.

Salimos de Cádiz y comenzamos el enorme viaje por el Atlántico hasta el Cabo de Buena Esperanza, y después por el Océano Índico al Estrecho de la Sonda y a Filipinas. Por exigencias comerciales, en vez de volver a Europa directamente, tuvimos que atravesar el Estrecho de San Bernardino y dirigirnos por el Pacífico a buscar el de Magallanes.

Palabra del Dia

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