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Actualizado: 2 de junio de 2025


De cuando en cuando separaba la cabeza, porque me sentía sofocado, y aspiraba fuerte y prolongadamente el aire con un suspiro extraño que hacía reír a la hermosa. Según avanzaba la noche, iban cerrándose, uno a uno, los agujeros de luz que había en la calle.

Y el Magistral sonrió como un ángel, mientras aspiraba con delicia el perfume de rosa de Alejandría, que Ana sin resistencia había dejado en manos del clérigo. Ella se puso seria, quiso explicaciones. «Se le perseguía, se le calumniaba... tenía enemigos... y él sin decir nada a su amiga. ¡Estaba bueno!». Algo había oído ella mucho tiempo hacía, pero vagamente.

En una vida cabe el error; pero en las cien generaciones de un pueblo, que se analizan unas á otras, no cabe el error, y el que ha merecido esa gratitud la tiene sin remedio, aunque sea tarde. Lázaro aspiraba á la gloria; quería satisfacer una vanidad: cada hombre tiene su vanidad. La del joven aragonés consistía en cumplir una gran misión, en realizar alguna empresa gigantesca.

La segunda comparsa aspiraba, más que a la bizarría del traje, a representar fielmente ciertos tipos de la comarca.

No decayó sino mucho mas tarde, cuando ya quebrantada la unidad política quedó minado por su base el sistema del Profeta, cuando no era ya la religion mas que un vano simulacro, cuando cada valí aspiraba á la corona y cada árabe se creía con derecho para levantar un rey sobre su escudo.

Su deseo era terminar lo más pronto que fuese posible esta vida flotante y anormal, en la que su cuerpo tenía que luchar contra las leyes físicas, trabajando desesperadamente por libertarse de los tirones de la gravitación. Sólo aspiraba á encontrar un punto de apoyo, algo sólido que poder asir con sus manos. Tan vehemente era este deseo, que no tenía en cuenta la magnitud del objeto.

Aspiraba con delicia el fresco y sabroso aroma de las ramas de pino, y del heno que se enredaba en ellas, que cubría el barandal del presbiterio y que ocultaba el pie de los blandones. Veía después aparecer al sacerdote revestido con su alba bordada, con su casulla de brocado, y seguido de los acólitos, vestidos de rojo con sobrepellices blanquísimas.

Leopoldo Montes aspiraba a que Rubín le llevase de secretario; pero esto no era fácil. «Chico, yo se lo diré a Villalonga. Creo que me dan el secretario hecho... Veremos si te meto de inspector de policía». Otros tertuliantes sentían envidia, y aunque felicitaban y adulaban al favorecido, al propio tiempo hacían pronósticos de las dificultades que había de tener en el gobierno de su ínsula.

Lo primero de que me apoderé para decir adiós a aquel hogar semejante a un nido abandonado, fue de mi buen libro; nada más deseaba llevar. Quise, sin embargo, recorrer toda la casa antes de partir. Se aspiraba en todos los cuartos ese ambiente de tristeza que tienen los sitios que se abandonan.

Su porvenir estaba en el teatro. Iba a hacer la vida alegre y tarifada en esta América, de la que le habían dicho maravillas, pero por escaso tiempo y con pretensiones modestas. Sólo aspiraba a reunir cincuenta mil francos. Con esta cantidad y su aspecto, que no era del todo malo, pensaba abrirse paso en París.

Palabra del Dia

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