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Actualizado: 18 de junio de 2025
El Tribunal de Calilayan lo compone un espacioso castillo de dos cuerpos, resguardado con sus correspondientes aspilleras, por las que asoman sus bocas dos inofensivos cañones, mudos veteranos, que difícilmente pueden mantener su actitud amenazadora, sosteniéndose sobre las agorgojadas y apuntaladas paralelas de sus cureñas.
¡Hurra! ¡Viva el señor barón! ¡viva la señora baronesa! ¡Hurra! ¡Y un pataleo! ¡y una de gorras al aire!... Los bandidos se han vuelto locos. Entonces, pienso: «Ella verá, por lo menos, que no se ha casado con un hombre malo. Puesto que mis gentes me quieren...» Y, dispuesto a la emoción, como está uno siempre en circunstancias así, las lágrimas asoman a mis ojos.
Mas una legión de ninfas y de amores que retozan en aquel instante por la pomarada de D. Félix asoman su cabeza por encima de las paredillas y de las zarzas que la recubren para contemplar á la gentil aldeana, señalan con el dedo sus labios de cereza, sus ojos negros brillantes, su marcha airosa, cuchichean y sonríen. ¡Allá va Flora!
En esto asoman los actores por una puerta lateral de la derecha, clama la muchedumbre que rodea la valla exterior, todo el mundo fija sus miradas en el reluciente teatro, los artistas saludan con una profunda cortesía, permanecen un momento de pié, contemplando al público, como si quisiesen tomar posesion anticipada de su benevolencia, y despues de esta pantomima seductora toman asiento en sus respectivos sofás.
Y asoman lágrimas de emoción a los ojos de las matronas románticas, que se saben de memoria los versos de Flor de un día y hacen soñar a estas pálidas burguesitas que van a los cafés las noches de domingo y en cuyas vidas pobres y monótonas el encanto de la música pone una dulce hora sentimental.
Espantados de sus voces, mendigos y criados oyen en un gran silencio descorrer los cerrojos de la puerta: Se abre rechinando, y sobre el umbral, como una sombra de malas artes, aparece Andreíña. Al mismo tiempo, asoman con bárbara violencia los cuatro segundones en aquel balcón de piedra que remata con el escudo de armas: ¡Águilas y Lobos! Todos hablan en un son. ¡Ya tenéis franca la puerta!
Cuando acaricio su cabellera sedosa, tropiezo con un cráneo pulido, duro, amarillento, como los que asoman á flor de tierra en los cementerios abandonados. Un beso en la boca, un mordisco en la barbilla, me hacen ver el maxilar óseo con sus dientes, casi igual al de los antropoides que están en los museos.
Entonces será ocasión oportuna de caracterizar rigurosamente las distintas especies de piezas dramáticas, como las comedias de capa y espada, las de ruido, etc., pues aunque todas ellas asoman ya con sus rasgos esenciales en el período anterior, aparecen sólo en el subsiguiente con sus condiciones peculiares, y tales cuales después duraron por más de dos siglos largos .
Palabra del Dia
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