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Actualizado: 8 de junio de 2025
Un hombre de fisonomía adusta, entrecano, voz fuerte, sucede en la tribuna al eminente filósofo. Es Pelletán, el riguroso contendor del imperio, el compañero de Simon en el Cuerpo Legislativo, el autor de aquellos panfletos candescentes de La profesión de fe del siglo XIX, el Mundo marcha, etc. No habla, pontifica; no arguye, declama.
Pero todo ese atarugamiento y prisa de libros, reducido está, como sabemos, a un centón de novelitas fúnebres y melancólicas, y de ninguna manera arguye la existencia de una literatura nacional que no puede suponerse siquiera donde la mayor parte de lo que se publica, si no el todo, es traducido, y no escribe el que sólo traduce bien, como no dibuja quien estarce y pasa el dibujo ajeno a otro papel al trasluz de un cristal.
Pero, con todo esto, me parece que el traducir de una lengua en otra, como no sea de las reinas de las lenguas, griega y latina, es como quien mira los tapices flamencos por el revés, que, aunque se veen las figuras, son llenas de hilos que las escurecen, y no se veen con la lisura y tez de la haz; y el traducir de lenguas fáciles, ni arguye ingenio ni elocución, como no le arguye el que traslada ni el que copia un papel de otro papel.
Este reparo ya es antiguo, pues le satisfizo S. AGUSTIN escribiendo contra PELAGIO. Es así que Moyses en sus leyes al Pueblo Hebreo no habló del castigo de la otra vida; pero no se arguye bien por eso, que ni él, ni su Pueblo lo creian. Este es argumento negativo, tomado del silencio de Moyses.
I. pag. 522. artícul. Hemos probado hasta aquí la necesidad de la revelacion y su exîstencia: resta ahora satisfacer algunos reparos de los Sectarios. Dicen que MOYSES en sus leyes no señala otras penas á los transgresores que las temporales, sin hablar de la pena eterna en los Libros sagrados, que salieron de su mano, cuyo silencio arguye que no tuvo conocimiento, ni revelacion de ella.
¡Ah, pecador de mí -respondió don Quijote-, y qué mal parece en los gobernadores el no saber leer ni escribir!; porque has de saber, ¡oh Sancho!, que no saber un hombre leer, o ser zurdo, arguye una de dos cosas: o que fue hijo de padres demasiado de humildes y bajos, o él tan travieso y malo que no pudo entrar en el buen uso ni la buena doctrina.
Leibnitz habia escrito una carta á S.A.R. Madama la princesa de Gales, en la que recordando el dicho de Newton de que el espacio es el órgano de que Dios se sirve para sentir las cosas, arguye contra esta opinion, y observa que si Dios para sentir las cosas, ha menester de algun medio, no dependen enteramente de él y no son producidas por él. Contestacion de Clarke.
Puede ser viejo el rey, como el de Austria, pero está siempre llena toda Austria y toda Hungría de príncipes y princesas, de infantes y de infantas, de archiduques y archiduquesas, de juventud monárquica, en una palabra». Y menos mal arguye Petrona cuando, aunque viejita, hay presidenta. Pero ahora... Tampoco la había me atrevo a insinuar cuando mandaba don Victorino.
Palabra del Dia
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