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Aunque soy optimista, aunque no pierdo nunca la esperanza, aunque creo que ahora tienen los españoles el mismo gran ser que tuvieron á fines del siglo XV y durante todo el siglo XVI, cuando fué el apogeo de su gloria, si bien no temo la guerra, tampoco la deseo.

Las mujeres absorbían su atención, todo su tiempo y todo su dinero, muy abundante al recibir la herencia de su esposa, pero muy mermado ocho años después. Cuando le conocemos, Joaquín estaba en el apogeo de sus triunfos, y en todos los terrenos sociales se presentaba con su carcaj y flechas; es decir, que no despreciaba ninguna pieza de caza, ya estuviese en palacios, ya en cabañas o andurriales.

¿Y quién tenía valor para trabajar en medio de la bulliciosa carnavalada? Algunas operarias hubo que al principio se encarnizaron en la labor, bajando la cabeza por no ver las máscaras; pero a eso de las tres de la tarde, cuando la inocente saturnal llegaba a su apogeo, las manos cruzadas descansaban sobre la tabla de liar, y los ojos no sabían apartarse de los corros de baile y canto.

Ante tan lúgubre cuadro, estremecíase ligeramente el cura y se iba a paso rápido y breve, sin dignarse responderme. Cuando su descontento llegaba al apogeo, me llamaba señorita de Lavalle. Este ceremonioso nombre era la más viva manifestación de su enojo, y yo sentía remordimientos hasta que le volvía a ver de nuevo con los cabellos al viento y la sonrisa en los labios.

En este año de 1908 produjo la cosecha de estos pequeños criadores y la de la Escuela, más de cuarenta arrobas de capullos de seda, y en el año actual ha pasado de cien arrobas, que si bien esto no es nada comparado con la producción en los siglos en que floreció esta industria, si sigue aumentando en la proporción que estos dos años, á la vuelta de quince ó veinte años tendremos la industria á la altura de su mayor apogeo.

Sin embargo en medio de aquella confusa muchedumbre, yo decia dentro de mi mismo; el Aragon volverá á ser grande y presentará un espectáculo magnífico, si su Reina Doña Isabel 2.ª recuerda que la monarquia española llegó al apogeo de su grandeza, cuando ocupó el trono de Castilla un Rey aragonés.

Si es verdad que en la época, en que se escribió el primer tomo del Quijote, no había llegado el teatro nacional á su mayor y más perfecto apogeo, también lo es que existían ya entonces muchas producciones dramáticas, á las cuales no es aplicable ni un solo cargo de los consignados en esta larga serie; y en otras, ¡cuántas excelencias poéticas compensaban en parte esos mismos defectos!

La osadía de sus ataques contra los potentados de la tierra, contra la corte y los cortesanos, contra clérigos y frailes, es un fenómeno insólito en la literatura española, sorprendiéndonos sobremanera esa libertad que reinaba en el teatro, y esas sátiras de Tirso en una época en que el poder de la Inquisición se encontraba en su apogeo.

Todos los lienzos que allí se admiran, todos los cuadros que la constituyen, están cada uno en su puesto, ocupando el lugar que les pertenece en la historia del arte seguida allí paso á paso desde su orígen y desarrollo sucesivo hasta el apogeo de su gloria en tiempo de los Rafaeles y Murillos.

En cuanto «el diablo de Juan», como le llaman, se presenta en alguna parte, se llena la taberna, saltan los tapones y chocan los vasos; y, cuando la fiesta está en todo su apogeo, a través de los cristales hechos añicos salen las botellas a la calle. Pero «el diablo de Juan» paga todo lo que rompe.