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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Yo la aplaudo, la honro, la venero tambien; yo saludo con entusiasmo esta solemnidad, producto increible de tantos conatos y tantos esfuerzos, mientras que deploro que una generacion más poética, más artística, más árabe, fluctúe todavía entre la degradacion del drama y de la ópera.

Sin dejar de creer en todo lo que enseña la Doctrina cristiana, los hombres, en mi sentir, pueden haber inventado ó descubierto la pólvora, la imprenta, la brújula, el pararrayos, el telégrafo, el teléfono, la fotografía, la mecánica celeste y la terrestre, las estrellas más remotas, los microbios y el protoplasma: pero, si algún poeta entiende de buena fe que Dios se oponía á que inventásemos y descubriésemos todas esas cosas, que quizá hagan la vida menos aburrida y amarga, y que con auxilio del diablo las hemos inventado y descubierto, mejorando y sublimando nuestra condición, yo le aplaudo si compone un himno á diablo tan benéfico, á quien llama él Satanás porque se le antoja, y á quien seguiré llamando energía y luz interior que pone Dios en el alma, hecha á su imagen y semejanza.

Aunque Vd. me tenía prevenido acerca de estas genialidades de mi padre, y de que por ellas había estado yo con Vd. doce años, desde los diez a los veintidós, todavía me aturden y desazonan los dichos de mi padre, sobrado libres a veces. Pero ¿qué le hemos de hacer? Aunque no puedo censurárselos, tampoco se los aplaudo ni se los río.

Entonces me explico y casi aplaudo la supuesta ó verdadera conducta del califa Omar, del Licenciado Barrientes, del Cardenal Cisneros, del arzobispo Zumárraga, y de otros de quienes se cuenta que han quemado manuscritos. La gente los denigra y los saca á la vergüenza como insensatos fanáticos, pero yo tal vez los miro como heróicos dechados de caridad desagradecida.

Después, acometido súbito de una idea, la de que aquel paisano «se estaba quedando con él» se puso otra vez fruncido y enfoscado y volvió a sacar la voz de las profundidades de su pecho. Cabayero, yo no consiento que nadie se guasee conmigo. Hace V. perfectamente; aplaudo esa decisión. Es que... yo no creo que V. sea hermano de esa señorita...

Decídelo , que ves mejor en esas confusiones que a mi me ofuscan; y lo que decidas, eso haré. Ya sabes que lo he jurado. Aplaudo esos alientos me dijo Guzmán entonces, sonriendo, pero no tan impávido como aparentaba , porque, o yo me equivoco mucho, o has de necesitarlos muy pronto. Y vamos ahora al consejo.

No por qué se aplaude; pero, en fin, aplaudo. ¿Cómo negarme a ello, cuando a mi derecha y a mi izquierda veo las manos batir entusiasmadas? Sobre todo a mi izquierda. ¿Quién será éste que aplaude con tal saña? Me vuelvo, le miro a la cara. ¡Y es Sarrió! Sarrió que mira también y me reconoce. Y entonces se levanta; yo también me levanto.

Por consiguiente, salta el dictador, un hombre que trae una macana muy grande, y cuando empieza a funcionar la macana, todos la bendicen. O hay lógica o no hay lógica. Vino, pues, Napoleón Bonaparte, y empezó a meter en cintura a aquella gente. Y que lo hizo muy bien, y yo le aplaudo, señor, yo le aplaudo».

Los mismos; ELECTRA, por la izquierda con el niño en brazos. El niño es de dos años, poco más o menos. ELECTRA. ¡Hijo de mi alma! EVARISTA. Niña, por Dios, déjale y vámonos. Que llegamos tarde... Es un rasgo de maternidad. Yo lo aplaudo. MARQU

Así lo afirman y lo cantan los tres arcángeles en el maravilloso prólogo del Fausto. Ello será, sólo Dios sabe de qué suerte. Lo único que yo afirmo, con el apoyo de los tres arcángeles, cuyo cantar aplaudo, es que no crece ni mengua, en su conjunto, la cumplida perfección de lo creado.

Palabra del Dia

ancona

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