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Actualizado: 15 de mayo de 2025


No los ha hecho porque dichos personajes sean los más egregios, sino porque han sido o porque son amigos y maestros suyos. Aun así, yo debo convenir y convengo en que se da la dichosa coincidencia de que sean casi todos los unidos al Sr. Gener por lazos de amistad, autores de primera nota en Francia, descollando en aquella nación tan rica en ingenios entre los más famosos y aplaudidos.

Los autores han dicho siempre en sus prólogos, y se lo han llegado a creer ellos mismos, que escriben para el público; no sería malo que se desengañasen de este error. Los no leídos y los silbados escriben evidentemente para : los aplaudidos y celebrados escriben por su interés, alguna vez por su gloria; pero siempre para . ¿Quién es, pues, me dirán, el que escribe para otro? Lo diré.

No perjudicó ni estorbó su calidad de americanos ni á Gorostiza, ni á Ventura de la Vega, ni á Rafael María Baralt, ni á José Heriberto García de Quevedo, para ser entre nosotros altamente encomiados, aplaudidos y honrados con puestos y cargos importantes. Por eminentes hombres de Estado y popularisimos caudillos han pasado en España otros varones ilustres, nacidos también en América.

¡La quiero a usté con toa mi arma! repitió doña Sol, remedando su acento y su ademán . ¿Y qué hay con eso?... ¡Ay, estos hombres egoístas, que se ven aplaudidos por las gentes y se figuran que todo ha sido creado para ellos!... «Te quiero con toda mi alma, y esto basta para que tengas que amarme también...» Pues no, señor. Yo no le quiero a usted, Gallardo. Es usted un amigo, y nada más.

Fuentes, animado por aquellas risas, se desbordaba en paradojas, en frases ingeniosas y sutiles, cayendo a ojos vistas en el amaneramiento. Le pasaba lo que a los grandes actores demasiado aplaudidos. No sabía contenerse a tiempo y entraba al fin en el terreno de la extravagancia. De aquí a lo insulso no hay más que un paso, y Fuentes lo daba con frecuencia.

Cuando había estreno de algún drama o comedia muy aplaudidos en Madrid, en el palco de Ronzal se discutía a grito pelado y solía predominar el criterio de un acendrado provincialismo, que parecía allí lo más natural tratándose de arte. No había salido de Vetusta ningún dramaturgo ilustre, y por lo mismo se miraba con ojeriza a los de fuera.

El éxito de tales composiciones, al representarse, como es fácil de presumir, era muy escaso, á pesar del empeño mostrado por los críticos de calificarlos de obras maestras. D. Tomás de Iriarte, en particular, se consagró en este mismo tiempo á trasplantar á España dramas franceses; también escribió muchos de la misma clase, si bien no pudo lisonjearse demasiado de sus no aplaudidos trabajos.

D. Pedro Antonio de Castro, tronco de otros muchos Castros, muy aplaudidos en los teatros españoles durante el siglo XVII, siendo el último de esta línea, en el XVIII, el llamado Damián de Castro.

No hablaba el Conde, sin embargo, porque estaba ensimismado e imaginativo. El poeta, por lo regular era quien hacía el mayor gasto de palabras cuando no hablaba el Conde. Aquella noche el poeta estaba en vena. Charlaba mucho, decía mil jocosidades, se las reían, y él era de los que se embriagaban con hablar y con ser aplaudidos, más que bebiendo vinos y licores.

En el siglo XVI aparecieron muchos bailes nuevos, que á causa de sus movimientos lascivos y posturas indecentes movieron mucho escándalo, aunque fueron muy aplaudidos por la multitud, y hasta casi hicieron olvidar los antiguos, más decorosos.

Palabra del Dia

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