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La codicia había sido, sin embargo, peor que la lascivia, ya que, si bien toda revolución herética o impía empezaba con deportes, amoríos y relajación de costumbres, siempre era la codicia la que lograba que triunfase, convirtiendo la revolución en cucaña, en cuyo extremo superior se ponían los bienes de la Iglesia.

Las relaciones de Lope con Marfisa no hubieron de durar mucho, constándonos que ella se casó después de nuevo. Parece que, terminados estos amoríos, entró otra vez en el servicio militar, aunque por poco tiempo.

Se la ve muy poco. Hacen vida modesta. Duplicará el capital en diez años , ¡para agenciar es mucho hombre el Leonés! Un infeliz, un simplón en lo restante; en política no ve más allá de sus narices el pobre; pero ha sabido crearse una fortuna. No tiene sino esa niña y adora en ella. ¿Y crees que no tendrá ya la chiquilla sus amoríos? ¡Bah... es tan joven!

Y, sin hacerse más de rogar, se sentó en el tronco de una desmochada encina, y, templando su rabel, de allí a poco, con muy buena gracia, comenzó a cantar, diciendo desta manera: Antonio -Yo , Olalla, que me adoras, puesto que no me lo has dicho ni aun con los ojos siquiera, mudas lenguas de amoríos.

Conocía sus amores; se había informado de quién era Tónica, y no le parecía gran cosa; pero si Juanito se mostraba conforme, todos contentos. Esta indiferencia anonadaba a Juan; y a pesar de que nadie en la casa se preocupaba de sus amoríos pues cuando más, merecían alguna burla de Amparito , siguió recatándose, como si temiera las maternales censuras.

Valls, en sus tiempos juveniles, cuando mandaba buques de su padre, había conocido mujeres de todas clases y colores, viéndose mezclado en orgías marinerescas que acababan entre olas de whisky y golpes de cuchillo. Pablo, cuéntanos aquellos amoríos en Jaffa, cuando los moros te querían matar.

Parece cierto así lo asegura don Basilio, que Fuenleal pereció en un duelo; pero no garantiza que fuera por causas de escandalosos amoríos ni por altos motivos de pundonor militar. Mi tía permaneció fiel a la memoria de su único amor, fiel a su brillante y apuesto capitán.

El final de la historia fué que José Márquez pasó á galeras, que el sastre catalán perdonó algunos días después á su amable costilla haciéndola que entrara en un convento; pero Manuela Tablante, que era mujer de empuje, escapó del convento y vivió suelta muchos años en toda libertad para entregarse á mil amoríos en la ciudad, por los que se hizo famosa.

Para él aquellos nuestros amores no fueron más que amoríos. ¿Cómo pues me atreví a considerar posible que Juan Maury, dieciocho o diecinueve años después, había de llegar a saber que había tenido de una hija y había de estar tan seguro de ello que se allanase a reconocerla?

Luego había sufrido mucho viéndole con ciertas mujeres y la atrevida muchacha tomaba un aire pudibundo al recordar los amoríos de él en el buque . Odiaba a la señora norteamericana, tan estirada y orgullosa, que nunca había contestado a sus saludos; odiaba también a aquella fea mal trajeada que iba con él en los últimos días.