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Bien seguro que allá por las Américas no se reirá tanto ese día como aquí se reía. Las mejillas de Elena enrojecieron al oír mentar a su marido. El tío Leandro, que algo sabía a qué atenerse sobre el viaje de don Germán, clavó una mirada iracunda sobre el bárbaro zagal y se le vieron intenciones claras de arrojarse sobre aquel «piazo animal».

La señá Eufrasia, cuarentona de incansable verbosidad, hablaba con aire protector de sus compañeros de viaje. Los compatriotas, «los de la tierra», le inspiraban lástima. ¡Probes! Tenemos aquí gentes de mucha necesiá, don Isidro. Hay que ver cómo van esas mujeres y cómo llevan a sus críos... Nosotros, aunque me esté mal el decirlo, no vamos a las Américas por hambre.

Te escarnecieron en Colon; pero ahí tienes esas Américas.

Un grupo de parroquianos fieles ocupaba por derecho propio las cercanías del mostrador. Unos eran emigrantes de Europa que habían rodado por las tres Américas, desde el Canadá á la Tierra del Fuego.

En Américas del Sur y del Norte había ganado dinerales, y en España no se descuidaba tampoco en esto. ¡Vaya una hormiga!

Feli lo compró después de largo regateo, entregándolo a Maltrana. Toma. Ya necesitas plumear, pobrecito mío, hasta que lo agotes. Siguieron adelante, y entraron en el corralón de las Nuevas Américas. Allí estaban los comerciantes en grande, los que adquieren el hierro y los adornos de los derribos.

Yo, que tal vez hubiera llegao a rey en las Américas o en cualquier otro sitio, voy pregonao por los caminos y hasta me llaman ladrón. Usté, que es un valiente, mata animales y se lleva parmas; pero yo que muchos señores miran lo del toreo como ofisio bajo. Doña Sol intervino para dar un consejo al bandolero. ¿Por qué no se hacía soldado?

Había hecho buenos negocios; apenas sabía pintar su firma, pero las echaba de anticuario, y tenía su tienda en el patio de las Américas viejas. Los dos conocían vagamente a su sobrino Maltrana, por haber llegado hasta ellos su fama de sabio. Además, la esperanza de que pudiese heredar a su protectora les inspiraba gran consideración.

Y se iba aplaciendo el semblante angustiado del caballero al recordar aquella su expedición a las Américas, dueño y señor de una criolla que le adoraba.

El único cabildo eclesiástico que hay en Filipinas se halla en Manila, y consta de cinco dignidades, tres canonjías, dos raciones y dos medias raciones, capellanes de coro, &c.; dotadas con bastante profusion tales prebendas, nada mas justo que reformar sus asignaciones, teniendo presente para ello las que anteriormente disfrutaban en tiempos de la Nao de Acapulco, y sabiendo que emancipadas las Américas, aquellas dotaciones han sido aumentadas con poca razon y justicia.