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Actualizado: 7 de julio de 2025
Aparte de estos pequeños respiraderos, abiertos al exterior, como hemos dicho, ni el más insignificante detalle distraía los ojos en aquellos sucios ó blanqueados paredones, que remataban en tejados con enormes aleros y en su mayor número en azoteas. Señor y á toda la xpitiandad lo cual todo fagan y cumplan sopena de dos mill mrs. á cada vno que lo contrario fiziere.»
Tal vez fué por seguir maquinalmente á unos pájaros que desde la salida del sol estaban gorjeando en los aleros de Villa-Sirena, engañados por la tibieza de un día primaveral en pleno invierno. Miró por una ventana de su dormitorio. El Mediterráneo, sin una sola vela, se extendía, largamente ondulado, hasta juntarse con el cielo.
La hermosa viuda, con el niño en brazos y apoyando en la fuerte cadera la cesta de las compras, salió de la estación con paso lento. Quería que la adelantasen en el camino aquellas comadres hostiles; que la dejasen marchar sola, sin tener que sufrir el tormento de sus murmuraciones. En las calles del pueblo, estrechas, tortuosas y de avanzados aleros, había poca luz.
Al resplandor de estas llamas, Quevedo vió un hombre embozado que se deslizaba junto al muro del edificio, sobre un terreno que no habían podido reblandecer las lluvias por estar cubierto por los anchos aleros. ¿Quién será éste dijo Quevedo que adelanta y me mira? ¿estaría cercada la casa? pues si es así, á lo menos con éste me quedo. Y sacando de su cinto uno de los pistoletes, le armó y apuntó.
Este puente acueducto se había roto y derrumbado por su clave, ya por la injuria del tiempo, o ya por consecuencia de las revueltas pasadas; mas los aleros del arco, no estando sino separados por vara y media o dos varas, muchas personas de agilidad y soltura, por librarse del cansancio y fatiga de bajar un gran recuesto, y volver a subir la rambla empinada que conducía a la aldea, de un salto ligero, salvando así el tajo, se miraban casi casi tocando a las primeras casas.
En los aleros y canalones habían hecho sus nidos las golondrinas, y en los altos árboles se cobijaban cornejas y lechuzas que lanzaban de noche su grito siniestro. El jardín era un jardín abandonado, con un estanque misterioso y sombrío, a cuyas orillas los chopos, desprendiéndose de sus hojas, durante años rodearon de láminas de plata.
Gillespie encontró interesante el hormiguero que rebullía y centelleaba bajo sus pies. Un resplandor de aurora ligeramente sonrosado iluminaba las calles, sin que él pudiese descubrir los focos de donde procedía. Tal vez emanaba de misteriosos aparatos ocultos en los aleros de los edificios. Pero lo que más admiró fué el continuo tránsito de los vehículos automóviles.
El sol enrojecía los aleros; retirábanse en busca del relevo los guardias de la noche, y en las calles sólo se veían las huertanas cargadas de cestas camino del Mercado. Los panaderos abandonaron al Menut en la puerta de su casa. Vio cómo se alejaban, y aún permaneció un rato inmóvil, con la llave en la cerraja, como si gozara viéndose solo y sin protección.
La casa etrusca de antes era de un piso, con un terrado de baranda, y el techo de aleros caídos. Pintaban en las paredes sus fiestas y sus ceremonias, con retratos y caricaturas, y sabían dibujar sus figuras como si se las viera en movimiento. La casa de los romanos fue primero como la de los etruscos, poro luego conocieron a Grecia, y la imitaron en sus casas, como en todo.
La primera que se encontraba era una primorosa vivienda infanzona, grande, sólida, alegre, restaurada y pintada recientemente, con cortafuegos de piedra, aleros labrados y ancho escudo circundado de follaje granítico.
Palabra del Dia
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