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Actualizado: 14 de junio de 2025
El señor Novillo oía el runrún con la indiferencia con que las imágenes talladas en madera de ciruelo oyen himnos y plegarias. Proseguía Apolonio, sin dignarse, por su parte, mirar a Novillo: He pintado en un poema alegórico la exacta posición de estos amores disparatados, horribles y delincuentes. Delincuentes, sí, delincuentes, porque.... Pero tente, lengua liviana y maldecida.
Pocos pero ricos muebles la exornaban y el techo carecía de plafond alegórico, motivo por el cual el Príncipe la prefirió a las demás, pues, como dijo sonriendo al mayordomo, no quería estar viendo los ángeles y mujeres desnudas de Julio Romano desde su lecho. Aquella noche, don Fabricio tomó ligerísima comida, y después se instaló en su gabinete, a escribir, hasta hora muy avanzada.
El egregio poeta Gil Vicente había compuesto un auto alegórico y mitológico para celebrar la boda de la Infanta y desearle toda ventura en su viaje a los Estados de su esposo. El auto se representó en palacio con gran lujo y primor en los adornos y vestimentas de cuantos farsantes figuraron en él.
Convenimos en que en religión, por razones largas de exponer aquí, resalta más lo absurdo de tomar al revés estos caminos; convenimos en que cabe en poesía lo alegórico, como gala de imaginación, como juego ingenioso, y hasta como medio gráfico de que hagan las verdades más impresión en el ánimo, y hasta como recurso mnemotécnico para que duren con más persistencia y distinción en la memoria.
Consigna nuestro crítico que desde la llegada á Inglaterra usó Pérez para cerrar las cartas un anillo romano, en cuya piedra estaba labrada una virgen vestal con la lámpara encendida sobre la cabeza, y la inscripción DUM CASTE, LUCEAM, queriendo manifestar de alegórico modo, que sólo la reserva, la humildad y la modestia podrían libertar de naufragio á los que, peregrinos como él, vagaban por tierras extrañas . La declaración es de Pérez mismo , y tan incierta como las más que hacía.
Lo sobrenatural y lo trascendental influyen en la formación de su carácter, y entran en él como elementos lo alegórico y lo simbólico, pero despojándole imaginariamente de estas condiciones, queda un ser verdadero, noble, real y simpático, a pesar de sus errores y delitos.
Cuando su objeto es simbólico ó alegórico, como sucede á menudo en sus composiciones religiosas, prescinde de lo característico, y sus personajes aparecen como símbolos de ideas generales, como representantes de facultades determinadas del alma.
Palabra del Dia
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