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¿Quién habia de imaginarse que las reliquias de los palacios mas sorprendentes que vió la España musulmana estaban sepultadas en una dehesa de un mayorazgo , de la cual ya nadie se acordaba ni aun para esclarecer la duda que habian dejado en pié los anticuarios de los siglos XVI y XVII? Y sin embargo, la compilacion de historias de la España árabe hecha por Ahmed Al-Makkarí, vulgarizada en Europa desde el año 1840 por la laboriosidad de otro arabista distinguido , nos estaba revelando lo que en aquel abandonado campo debiamos prometernos.

Los exigentes suelen ser afortunados: todos los edificios del terreno incorporado á la mezquita vinieron al suelo, y es probable que solo se conservase en pié la palma de la vieja, porque dice Al-Makkarí que este árbol venia á caer en el proyecto dentro del ensanche del patio, donde el afortunado vegetal tenia ya otros compañeros .

Las puertas de la catedral de Santiago se veían todavía clavadas en las vigas de la mezquita en tiempo de Ambrosio de Morales. Véase su Crónica general, lib. XVII, cap. 23. Ebn Adzarí, traduccion del Sr. Gayangos; Al-Makkarí, t. 1, lib. III, cap. 2. Téngase presente para esta esplicacion la lámina que representa el Plano de la mezquita.

Haremos á su tiempo la descripcion del famoso y poético palacio de Medina Azzahra, cuyas maravillas se tienen por fabulosas. Pone Al-Makkarí este dicho en boca de un doctor andaluz anónimo. Así es denominado generalmente Abde-r-rahman III para diferenciarle de los otros reyes de su mismo nombre.

La copia del Koran, dice Al-Makkari, que se supone escrita por el Califa Othman y que se conservaba depositada en el mimbar ó púlpito de la gran mezquita de Córdoba, estaba cuidadosamente guardada en una caja de oro guarnecida de perlas y rubies, forrada de rica seda, y encerrada en una pequeña arca de madera de aloe con clavos de oro.

Tambien los musulmanes eran muy delicados en ciertas cosas de conciencia, y muy sutiles los casuistas que los resolvian. El que desee formarse idea del candoroso cinismo de uno de los Amires mas cultos é ilustrados, lea en Al-Makkarí el estraño caso que propuso Abde-r-rahman en plena asamblea de los principales teólogos de su corte relativamente al precepto del ayuno de Ramadhán.

Con la cara tiznada de kohol y siwak, dice Al-Makkarí, palabras que el traductor y comentador interpreta polvos dentríficos, añadiendo en una nota que el siwak puede significar así un específico cualquiera para limpiar la dentadura, como el palo que usaban los Arabes al efecto en vez de cepillo.

El citado Al-Makkarí, copiando á otros historiadores árabes, hace un curiosísimo relato del modo maravilloso como esquivó la muerte el fundador del Califato de Occidente, burlando las pesquisas de los emisarios de As-Seffáh, atravesando á nado el Eufrates con su hijo, y llegando á la costa de Africa, donde la profecía de un astrólogo judío, que determinó su nombre y sus señas personales, fué causa á un mismo tiempo de que el gobernador Ibn Habib intentare matarle, y de que el descendiente de Merwan se salvase.

Que se suponia haber sido de plata el pavimento de la Maksurah, lo dice Al-Makkarí, loc. cit. VI, cap. Las incursiones de Almanzor en las tierras de los cristianos se repetian todas las primaveras, regresando á Córdoba para el invierno. Acompañábale á estas periódicas espediciones un numeroso cortejo de poetas y escritores, encargados de inmortalizar sus hazañas.

Conde y Al-Makkarí refieren concordes la invasion de los Normandos el año 844. Véase la nota 2, pág. 118. Las annefilas eran las oraciones voluntarias que hacian los muslimes devotos, fuera de las cinco azalas ú oraciones obligatorias. El mancebo Sancho, martirizado en junio del año 851, habia sido page en el palacio de Abde-r-rahman.