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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Nos hemos decidido á publicar esta segunda edición sin correcciones ni enmiendas, por la circunstancia de que esta obra es casi desconocida en España, en el hecho de que la primera edición se agotó completamente en Filipinas á poco de publicarse. Lo mismo sucedió con la de Manila á Tayabas, recientemente reimpresa. N. del A.

El chiquillo soltaba todos los registros de su voz y no había manera de acallarle. Agotó la madre todos sus medios y Encarnación los suyos, que eran cogerle en brazos y dar un paso adelante y otro atrás, como si bailara, tratando de persuadirle con amorosas palabras de que los niños deben estarse calladitos. «Paréceme dijo Fortunata con terror , que me estoy secando».

Luego prosiguió: ¿Y qué decoro es ese al que me recomiendas que no falte? ¿Quién reconoce ese decoro en la mal nacida como yo, en la hija de una mujer que lava mondongos y hace morcillas para ganar su sustento? Todos me menosprecian, me tratan mal y piensan peor de . Hasta ahora lo he sufrido; pero ya se me agotó el sufrimiento. He de ser atroz si es necesario.

Sabida de todos es la particular inclinación que tienen las planchadoras a ver a los buenos ricos y felices y a los malos abatidos y miserables. Miguel participó muy pronto de estas ideas: y aunque la bella narradora agotó prontamente el repertorio de sus fábulas, cada día las escuchaba con más atención y deleite.

Consumió el tesoro del divan, disipó el tesoro público, agotó hasta las últimas rentas del Estado; mas nunca, en ningun tiempo pudo satisfacer la sed de oro que les devoraba. Vióse al fin privado de todo género de recursos. Empezó á temblar, pero no á retroceder, porque conoció que era imposible.

Y con esto se agotó el repertorio de frases de la buena mujer, que se sentía cohibida en presencia de la señora, hablando poco por temor a decir disparates y atraerse el enojo del esposo, a quien admiraba como modelo de finura y bien decir.

Saltó a los prados, reconoció todo lo escrupulosamente que pudo a la luz de las cerillas los alrededores, miró detrás de los setos, escudriñó la maleza, siguió un buen trecho la orilla de un arroyo que había a la izquierda. Pero se agotó la caja de fósforos antes que pudiese topar con su enemigo. Dió la vuelta desesperado, bramando de rabia.

No dudo que en ella se halla un tesoro muy precioso, y que qualquiera ha de consultar los Autores antiguos para perficionar el juicio, y para aprender y enseñar las Ciencias humanas, conformándose con las reglas del buen gusto, pues hubo entre ellos muchos que fueron exâctísimos, y tuvieron un juicio muy recto en lo que toca á las Artes y Ciencias profanas; mas esto no es bastante para preocuparse de forma, que no se haya de celebrar sino lo que sea antiguo, porque no se agotó en aquellos siglos la naturaleza, ni se estancaron las buenas Artes, de suerte, que no pueda beberse la doctrina sino en aquellas fuentes.

Anda, querida, dame ese gusto... No sabes el sentimiento que tendré si no me lo das... Creeré que has dejado de quererme... María agotó todos los recursos del ingenio para convencerla. Sentada sobre sus rodillas la cubría de caricias, le hacía mimos, enfadándose unas veces, suplicando otras y siempre poniendo unos ojos zalameros a los cuales parecía imposible resistirse.

Cedía como esos buenos resortes de acero que se doblan con gran esfuerzo, y que se enderezan con la prontitud del relámpago. Entonces abrió la esclusa de sus lágrimas; agotó el arsenal de su ternura y fue durante tres cuartos de hora la más desgraciada y la más enamorada de las mujeres. Cualquiera, al oírla, hubiera creído que ella era la víctima y Germana el verdugo.

Palabra del Dia

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