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Actualizado: 4 de junio de 2025
Adherbal pensaba volver pronto a Tiro; pero antes debía tomar en Málaga cobre, vino, azogue y oro en polvo de las arenas de nuestros ríos, dejando allí en cambio parte de su cargamento. Paseando un día por el muelle vio Adherbal a Echeloría, y al verla juró por Melcart y por Astoret, como si dijéramos por Hércules y por Venus, que jamás había visto criatura más linda y salada.
Se despidió de su presunto suegro, y sin pensar en recursos pecuniarios ni en nada que lo valiese, se fue a Málaga a tomar lenguas, a cerciorarse de que era Adherbal el raptor, como ya lo sospechaba, y a buscar modo de irse a Tiro en la primera nave que para Tiro saliese, a fin de arrancar a Echeloría del cautiverio o secuestro en que estaba y de hacer en Adherbal un ejemplar y justo castigo.
A cualquiera exhorto, que los sufetes o jueces de Málaga enviasen contra Adherbal, era evidente que los sufetes tirios habían de dar carpetazo, haciendo la vista gorda. No había más recurso que resignarse y aguantarse, o tomar la venganza y la satisfacción por la propia mano. Esto último fue lo que decidió Mutileder con varonil energía.
Echeloría fue a Málaga varias veces, con su padre y con su novio, a recorrer dichas tiendas y a comprar galas para el suspirado día del casamiento. Hallábase a la sazón en Málaga uno de los más audaces y sabios marinos que había entonces en el mundo: el célebre Adherbal.
Ya veremos cuando me encuentre con Adherbal si amo a Echeloría o si no la amo.» Estas y otras sutilezas y quintas esencias alambicaba, fraguaba y se representaba Mutileder para justificarse; pero, como hemos dicho, no lo lograba nunca.
Por último, por medio de personas listas del país, se informó de la vida de Echeloría, supo que iba a casarse con Mutileder, y no quedó pormenor de que no llegase a tener cabal noticia. Con estos elementos formó Adherbal un plan diabólico, el cual le salió bien, como por desgracia salen bien casi todos los planes diabólicos.
Vamos, no es posible explicar cómo eran. Chemed tenía cerca de treinta y cinco años. Mutileder no había conocido a su madre. No sabía lo que era la amistad y el cariño de la mujer. ¡Pobrecito mío! exclamaba Chemed. ¡Pícaro Adherbal! No paga con la vida el mal que te ha hecho. Haces bien en querer vengarte y salvar a Echeloría de las garras de ese monstruo.
Con estas ideas en la mente y con el bizarro propósito de irse a Tiro cuanto antes, recorrió Mutileder las calles de Málaga hasta que empezó a anochecer. Todas las noticias que adquirió le confirmaron en que era Adherbal el raptor de Echeloría. En lo que no adelantó mucho fue en concertarse con algún patrón de buque que saliese pronto y le llevase para Fenicia.
Lo que importa es decir que Mutileder buscó a Adherbal en seguida y no le halló. Pronto supo con rabia que el infatigable marino, sin reposar casi, se había encargado del mando de la flota, que Hiram y Salomón expedían con frecuencia a la India, desde el puerto de Aziongaber en el mar Rojo.
Palabra del Dia
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