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Actualizado: 12 de mayo de 2025
¡Suelta, suelta! respondió él haciendo un movimiento brusco y zafándose de su mano. Y con paso vivo se dirigió al despacho, dejando a Clara acongojada. García leía ya atentamente por un libro a la luz del quinqué. ¡Hola, amigo! profirió Tristán con una voz tan extraña que García levantó la cabeza sorprendido. ¿Cómo estamos, amigo? siguió con la misma inflexión de voz y acercándose a la mesa.
Cinco dedos tengo en cada mano como él y una buena herramienta en el bolsillo... Que cuide de asegurarme, porque si no, esas malas tripas que tiene se las echo todas fuera de una vez. Gozó todavía un rato del susto de su querida, que muy acongojada trataba de persuadirle á que pasase allí la noche, y al cabo se despidió.
Fisgoneaba en los pasillos y acudía a la esquina a espiar la llegada de Bernardino, vigilando que Gregoria no entreabriera la ventana de la sala. ¡Qué sustos pasaron ambos, qué sinsabores, y cuántas veces contempló de lejos el pretendiente la cara acongojada de su prometida, víctima de paternal corrección la víspera! ¡Lo que pueden el amor y el hambre, cuando van aparejados!
Donde decía: "Nada hay tan feo y despreciable como una joven altanera", ponía la discípula: "Nada hay tan ridículo y digno de risa como una vieja presumida". Alborotábase la miss, daba parte a D.ª Carmen, llamaba ésta a su hijastra, la reprendía dulcemente, y al verla triste y acongojada desarrugaba el ceño y la besaba cariñosamente. Y hasta otra.
La vida era alegre; había que dar a la vida un sentido helénico, y el helenismo no podía ser más fácil de conseguir: estaba en el escaparate de una confitería, en los ojos de una tierna muchacha, aunque hubiese nacido entre los estercoleros de Tetuán. Feli le aguardaba en el rellano, trémula de miedo. Isidro, ¿eres tú? preguntó con voz acongojada. Había anochecido.
Pero si no es D. Pedro de Vargas de quien estoy enamorada. ¿Pues de quién entonces? Pepita se levantó de su asiento; fue hacia la puerta; la abrió; miró para ver si alguien escuchaba desde fuera; la volvió a cerrar; se acercó luego al padre vicario, y toda acongojada, con voz trémula, con lágrimas en los ojos, dijo casi al oído del buen anciano: Estoy perdidamente enamorada de su hijo.
Palabra del Dia
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