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Actualizado: 14 de octubre de 2025
¿Qué hacéis? preguntó Abu-el-Casín a unos viejos venerables de blanca y crecida barba, ancha y espaciosa frente, que se encontraban sentados sobre el césped de la verde pradera y bajo una bóveda de laureles.
Era ya anochecido cuando aquella segunda procesión entraba en la Alhambra, sirviéndole de bastonero el agradable Abu-el-Casín, capitán de la guardia africana, quien, pasando a la estancia en que sobre su solio aguardaba el Sultán, le dijo a éste, tocando antes diez veces la tierra con su frente: Príncipe de los creyentes, ya llega el loco sobre los lomos de la sabiduría.
Ya lo conozco replicó el Sultán . Traédmele al punto. Oyendo y obedeciendo contestó Abu-el-Casín. Y salió de la estancia, abriendo y cruzando los brazos y bajando la cabeza.
Pues bien replicó el Sultán , sábete, amable Abu-el-Casín, que me voy enamorando de ese precioso Ben-Farding, y me desvivo por tenerle ya ante mis ojos. Toma una manga de cincuenta y cinco ganapanes y otra de setenta aljameles de los que portean cal y canto a las murallas que ahora edifico en Fajalans, y que me lo traigan aquí al punto, en el instante, dirigiendo tú mismo la maniobra.
Y vosotros, ¿en qué os ocupáis? preguntó también Abu-el-Casín a otros vejetes de ojillos hundidos, frente estrecha, nariz roma y de gesto en que a un tiempo se retrataba la envidia y la vanidad. Nosotros contestaron nos afanamos por descubrir en nuestro estudio y fijar la noche en que Alah envió el libro santo y divino a su profeta y favorecido Mohamad.
Entretanto, el mismo Abu-el-Casín hizo alarde y reseña de todos aquellos respetables wazires, ministros, cadíes, oradores, literatos y poetas que componían sapientísimo diván, y encontró que, sumados cuidadosamente uno por uno, y tomando sus nombres para evitar toda confusión, no se hallaban más que ciento y doce sabios entre todos.
Antes que me descubran y descapiroten, fuerza es que se apaguen todas esas luces. Abu-el-Casín así me ha hablado: cuando llegó a mí, hubo de echar al agua para apagarlos a los esclavos que él sabiamente convirtió en hachones encendidos. La obscuridad es lo que me conviene por ahora. Lo entiendo respondió el Sultán . Hágase como tú lo dices.
Palabra del Dia
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