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¿Dónde pasaré distraído esta tarde gris dominguera? ¡Está bien! La tienda de Sid'Omar se encuentra abierta... Entremos en casa de Sid'Omar. Sid'Omar tiene tienda y, sin embargo, no es tendero.

El caimán es ovíparo; la hembra pone una inmensa cantidad de huevos, grandes y duros como piedra, que entierra entre la arena. Llegada la época conveniente, la sensible madre se coloca con la enorme boca abierta al lado del sitio que empieza a escarbar; los pequeñuelos, que ya han abandonado la cáscara, saltan a medida que se despeja la arena que los cubría.

El espanto le sobrecogió de tal suerte, que, desfigurado su rugoso y pálido rostro por horrible mueca, torcida y muy abierta la boca como para exhalar a escape el último aliento, desencajados los ojos y dilatadas las pupilas, se desplomó sin vida en el suelo.

Al chicuelo le sirven de abrigo, aprovechándose de la ola ya abierta. La forma del vaso, inherente á su género de vida, aprieta la cintura de la madre privándola de la admirable cintura de la mujer, ese milagro adorable de una vida sentada, fija y armónica, en que todo se vuelve ternura.

Persiguiéronle los otros, y viendo en su huída el apurado sujeto abierta la puerta de la iglesia de San Pedro, penetró en ella en el momento en que un cura decía misa, arrojándose á sus pies todo afligido y lleno de terror pánico.

La sociedad elegante es más fácil, más abierta en Madrid que en ninguna otra capital de Europa, hasta para las mujeres. Aquí no se le pregunta a nadie, antes de dejarle entrar, si es más o menos noble de nacimiento, más o menos rico.

, mon vieux. Lo estimo, lo amo. Con el amor no se badina pas. Si me quieres, sea; pero no has de atormentarme con celos; has de ser amigo del pobre Jules. Y si no, la puerta está abierta. Será lo mejor. Voil

Vieron, y vimos nosotros, la tumba de Carlos V abierta, y delante de ella, sobre un andamio construído ad hoc, un ataúd, cuya tapa había sido sustituída por un cristal de todo el tamaño de la caja.

Obdulia comprimió un chillido de mal género. Doña Petronila, extática, con la boca abierta, exclamó por lo bajo: ¡Qué hombre! ¡Qué lumbrera! Sin gran esfuerzo aparente, con soltura y gracia, el Magistral suspendió en sus brazos el columpio, que libre de su prisión y contenido en su descenso por la fuerza misma que lo levantara, bajó majestuosamente.

Por el contrario, si nos quedan Coimbra y Albuquerque, y nos poblamos allí, en el mismo dia que esto suceda tendremos abierta la comunicacion y comercio con los Chiquitos, Moxos y Santa Cruz: pues los barcos no tienen tropiezo, y el Gobernador de Chiquitos ha escrito a este, que no halla reparo en abrir camino hasta el rio, ni tampoco en conducirlo hasta los 20° de latitud.