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Actualizado: 9 de mayo de 2025
El joven Don Juan renuncia, por amor á Elena, á la posesión de una rica prebenda, que debe á su padre, por cuyo motivo es abandonado por aquél. Agradecida Elena al sacrificio que hace por ella su amante, toma la extraña resolución de venderse por esclava del padre de Don Juan para aplacar su cólera y reconciliarlo con su hijo.
Por haberse abandonado esta manera de estudios, es tan grande el número de los semisabios, que, no teniendo mas que noticias superficiales de las Ciencias, creen entenderlas todas. Dirán contra esto, que el señalar este objeto, y fin de la Lógica es reducirla á términos muy estrechos: que los Estoicos y Peripatéticos le dieron mayor extension, y esto mismo es lo que hacen los modernos.
Y puso nueve luises al 17... Rodó la bolilla. El 13 una vez más. Perdía. Su gesto se hizo más duro y agresivo. La suerte empezaba á reirse de él por su falta de voluntad. Un dominador no debe sentir vacilaciones; suya era la culpa, por haber abandonado el número. Los hombres deben insistir hasta imponerse, ó perecer sin abandonar su primera actitud. ¡Al 13, como antes!... Y salió el 17.
Hasta su primo Luis, que tenía cara de sueño, había abandonado al amanecer la respetable compañía de sus amigotes, para asistir a la fiesta y agradar con esto a don Pablo, cuya protección necesitaba en aquellos días.
Parecíame que habiéndome abandonado aquel que actuaba en mí, ya no me quedaba ningún auxiliar para encargarse de una vida que en lo sucesivo iba a abandonarme en el vacío de la ociosidad. La idea de volverme a mi casa no me pasó siquiera por la mente y el pensamiento de irme a hojear libros me hubiera puesto enfermo de asco.
Pero, al entrar en Salzburgo yo no sé qué presentimiento espantoso... mi corazón se ha oprimido, mi mirada se ha oscurecido y el sentimiento de la vida me ha abandonado. Aquí acaba el diario de Carlos Munster.
El tío Barret fué derechamente hacia sus campos, y como un perro abandonado, comenzó á dar vueltas alrededor de la barraca. ¡Cerrada!... ¡cerrada para siempre! Aquellas paredes las había levantado su abuelo y las renovaba él todos los años. Aún se destacaba en la obscuridad la blancura del nítido enjalbegado con que sus chicas las cubrieron tres meses antes.
La insignificancia de aquellos objetos que contemplaba le partía el alma; se le figuraba que eran símbolo del universo, que era así, ceniza, frialdad, un cigarro abandonado a la mitad por el hastío del fumador. Además, pensaba en el marido incapaz de fumar un puro entero y de querer por entero a una mujer.
¡Mis parroquianas! exclamó el cura, recobrando al fin la palabra, el movimiento, la vida, todas estas cosas que desde hacía algunos minutos lo habían abandonado completamente. Mis parroquianas! Perdón, señora, señorita... ¡Estoy tan conmovido! ¿Seríais... sois, acaso, católicas? ¡Sí, señor, somos católicas! ¡Católicas, católicas! repitió el cura.
Pero tú, que me amas tanto continuó ella con dulzura, ¿por qué has querido morir? ¿por qué me has abandonado? ¡Era necesario! exclamó Carlos, con los ojos arrasados en lágrimas.
Palabra del Dia
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