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Actualizado: 29 de junio de 2025


Trabajo les costaba reprimir los impulsos de abrazarse que se les iban y venían. En cambio, si el escrito pertenecía al género bélico y tocaba a somatén, parecía que les daban a beber una mistura de pólvora y alcohol. Montaban en cólera tan aína como se encrespan las olas del mar. Sordas exclamaciones acompañaban y cubrían a veces la voz de la lectora.

Al Capitan con esto procuraban Entretener los indios, pretendiendo Hacer así mejor lo que ordenaban, Y andaban con gran priesa y maña urdiendo. En tanto que la junta concertaban, El Capitan su farsa conociendo, Un fuerte ha fabricado muy aina De brava palizada, y de fagina.

Sus espuelas arañan las losas, tric, tric, tric, tric, y a veces la contera va dando contra el muro, tac, tac... Mi padre dice que Ramiro desciende de los linajes más antiguos y claros de Castilla. Tric, tric, tac, tac remedó burlescamente la dueña. ¡Licenciado no le quiero, pero si volviese aína de alguna guerra, con la jineta de capitán! Don Alonso no perdió una sola palabra de aquel diálogo.

Acójamenos a la posada con tiempo." Para ir allá habíamos de pasar un arroyo, que con la mucha agua iba grande. Yo le dije: "Tío, el arroyo va muy ancho; mas, si queréis, yo veo por donde travesemos más aína sin nos mojar, porque se estrecha allí mucho y saltando pasaremos a pie enjuto." Parescióle buen consejo y dijo: "Discreto eres, por esto te quiero bien.

Por la insignia imperial que de corrida Allí fué por D. Pedro bien fijada, Conocen que su armada fué surgida En ella, mas tocando de pasada, El rumbo enderezaron muy aína Al isla dicha Santa Catalina. De aquí el Gobernador ha despachado Con gente que descubran el camino, A Dorantes de Bejar, buen soldado; El cual fué, y con presteza mucha vino.

El aina rebozóse en la capa, e asomando el rostro como cauto ballestero por saetir, repasó la calle, ojeando la fenestra de suso nombrada, e trasflor de verdes vidrios de Venecia, atisbó la figura de la enjaulada, que ni punto más ni punto menos semejaba a don Satanás enfaldado, e faciendo gentil mesura, volvió el cantón de la vecina calle enderezando a su casa para atender la escura noche.

Yacaré y Tapucagn no se quedaron, Que cada uno trescientos y cincuenta Traia: de esta suerte se juntaron Al pié de cinco mil á buena cuenta. En la estacada y fuerte se encerraron, Sin que salir alguno se consienta: Y si salen algunos, muy aína Acuden

Y, de aquí adelante, no se muestren tan niños, ni tan deseosos de ver mundo, que la doncella honrada, la pierna quebrada, y en casa; y la mujer y la gallina, por andar se pierden aína; y la que es deseosa de ver, también tiene deseo de ser vista. No digo más.

Acojámonos a la posada con tiempo." Para ir allá, habíamos de pasar un arroyo que con la mucha agua iba grande. Yo le dije: "Tío, el arroyo va muy ancho; mas si queréis, yo veo por donde travesemos más aína sin nos mojar, porque se estrecha allí mucho, y saltando pasaremos a pie enjuto." Parecióle buen consejo y dijo: "Discreto eres; por esto te quiero bien.

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