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Actualizado: 21 de junio de 2025


Con ese don especial para conocer a los hombres, que poseen todos los que han de lograr éxito feliz en el mundo, Salabert penetró, al poco tiempo de tenerle por ínfimo escribiente, el carácter y la inteligencia de Llera. Y sin darle gran consideración en apariencia, porque esto no entraba jamás en su proceder, se la dió de hecho acumulando sobre él los trabajos de más importancia.

A fin de decir, sin emplear muchas, algo digno de esta mujer, sería necesario, aunque fuese en grado ínfimo, poseer una sombra siquiera de aquella inspiración que la agitaba y que movía al escribir su mente y su mano; un asomo de aquel estro celestial de que las sencillas hermanas, sus compañeras, daban testimonio, diciendo que la veían con grande, y hermoso resplandor en la cara, conforme estaba escribiendo, y que la mano la llevaba tan ligera que parecía imposible que naturalmente pudiera escribir con tanta velocidad, y que estaba tan embebida en ello que, aun cuando hiciesen ruido por allí, nunca por eso lo dejaba ni decía la estorbasen.

Pero era muy hermoso cuando, desde arriba y muy por encima de las inmundicias y del tumulto, se sumergía la mirada en ese mundo de hormigas, que parecía tan ínfimo, que se podía, como el mismo Dios, abarcarlo de una ojeada, pero que crecía cada vez más hasta tomar proporciones gigantescas e inquietantes, a medida que se trataba de penetrarlo.

A los treinta años conoció á Neuville, un actor que representaba en teatrillos de ínfimo orden papeles de segundo galán; el admirable Neuville, tolerante y discreto, con quien la Montansier ya vieja y gloriosa, había de casarse treinta y cuatro años más tarde.

Ya hemos dicho en lo que consiste la España del género ínfimo: Maravillas, las Vistillas, Triana, Granada... Si acaso, algo de Aragón. Y nunca Manresa, ni Getafe, ni Santa Marta de Ortigueira, ni mil otros pueblos que pagan, sin embargo, sus contribuciones al Estado y que cumplen la ley de Quintas. La señorita Mary-Focela ha introducido en este género de cuplés una variación notable.

A veces, y al son de la jota, una cupletista se declara aragonesa; pero ¿quién ha oído de alguna que haya nacido en el distrito del Sr. Rahola? La España del género ínfimo es muy limitada, y mi provincia, por ejemplo, la hermosa provincia de Pontevedra, tan fecunda en navegantes, en políticos y en cangrejos, no figura en ella... Soy española insiste la cupletista.

No podía sufrir que se burlasen en su presencia de nadie, aunque fuese del ser más ínfimo y despreciable. Podía decirse que el sentimiento de la dignidad, que era en ella tan delicado y vidrioso, la hacía sentir las heridas causadas en la de los otros con más viveza.

Tenía Julián a la mano siempre un ejemplar de la Imitación de Cristo; era la modesta edición de la Librería religiosa, y castiza y admirable traducción del P. Nieremberg. Al frente de la portada había un grabado, bien ínfimo como obra de arte, que proporcionaba al capellán mucho alivio cada vez que fijaba sus ojos en él.

Reaumur colocó los cocodrilos entre los insectos; el ilustre conde de Buffon no se dignó siquiera indagar los nombres de aquel populacho ínfimo, dejándolos fuera del Versalles olímpico que elevó á la Naturaleza. Y tuvieron que aguardar á Lamarck para ser clasificados esos grandes pueblos obscuros, confusos; esos desterrados de la ciencia, que, sin embargo, lo llenan todo y todo lo han preparado.

De aquí es que la percepcion, cuanto mas alta, es menos subjetiva: el mas ínfimo grado cual es la sensacion, se limita á lo experimentado por el sujeto percipiente; el mas alto grado, la inteligencia, prescinde de lo experimentado y se ocupa de lo real, como de su propio objeto.

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