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A sus pies han estado príncipes y duques, guerreros invictos, acaudalados mercaderes y laureados poetas como Ludovico Ariosto, Fracastoro, el Aretino, Sannazaro y muchos más cuyos nombres no acuden a mi memoria.

El Sannazaro fué también un gran poeta, que describió amores de pastoras, y Federico II de Aragón le hizo el regalo de una «villa» con jardines, para que trabajase con más comodidad... ¡Otros tiempos, señores míos! Sus herederos la convirtieron en iglesia, y... Se cortó la voz del cochero.

Llevaba concluida una traducción de El laberinto de amor, sendas glosas de los sonetos de Petrarca, y tenía entre manos una feliz imitación de la Arcadia de Sannázaro. Para él, aquella naturaleza desolada y adusta que rodeaba, por todos lados, a su ciudad natal no merecía un hemistiquio.

La señora fingía no escucharle, mirando las «villas» y los jardines del lado izquierdo del camino, que descendían hasta el mar. Todavía, con doble magnanimidad, quiso instruir á estos parroquianos indiferentes, mostrando á punta de látigo las bellezas y curiosidades de su catálogo. Aquella iglesia es Santa María del Parto, llamada por otros del Sannazaro.

Este Franchi había vivido muchos años en España, y al parecer mostró mucho interés y mucha atención al drama español, y conviene sin duda alguna conocer cuál es su opinión acerca del mismo. Antes de concedérsela fueron llamados Homero, Séneca, el Tasso, Sannázaro y Anníbal Caro, para asistir á ella.