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Llevados á casa del gran Turco, los metieron en un patio grande donde había muchos jenízaros y espayes muy lucidos, puestos en su orden. Más adentro estaban muchos turcos de condición y bajaes. Llevaron á D. Alvaro á hablar á Rustán Bajá; después de haber detenídole un gran rato, salió. Dice D. Alvaro que toda la plática fué persuadirle que se tornase turco, questuvo siempre de rodillas.

Morsamor sintió muy mortificado su amor propio, pero en el fondo de su alma tuvo que dar la razón a donna Olimpia, y no halló motivo para quejarse de ella ni de nadie. Sospechó, con todo que el mediador que había habido entre Feridún y Rustán y las dos aventureras no podía haber sido otro que el Sr.

El rey se presentó en un lujoso carro, tirado por cuatro caballos blancos y conducido por su propio hermano Rustán, que se ufanaba de ser hábil auriga.

Feridún se llamaba el rey nuevo, joven todavía, gallardo y muy agraciado de rostro. Tenía un hermano menor, llamado Rustán, a quien estimaba y quería tanto que casi compartía con él su trono.

No queremos estorbar ni escandalizar y por eso nos quedamos en Melinda. Hemos celebrado un contrato con el Rey Feridún y con el príncipe Rustán, los cuales, bajo palabra de honor, corroborada por solemnes juramentos, nos dejan en completa libertad de largarnos donde se nos antoje, si dentro de seis meses nos hartamos de ser el adorno y el esplendor de su corte.

Rustán Bajá, yerno del gran Turco y Vicario general suyo, dice una cosa muy acertada, como hombre sabio y valeroso: que los cristianos nos veníamos á perder por querernos sacar los ojos unos á los otros, por rencor y odio particular que tenemos, como hombres de poca fe, y por fiar más en nosotros que en Dios.