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».....capitaneada por Soroeta, retrocedió anoche desde Goizueta a unos caseríos del monte Oyarzun. En la provincia de Vizcaya, según las últimas noticias, no quedan más que los dispersos de la partida Maidagan. En el resto de la Península no ocurre novedad extraordinariaDe pronto sonaron en la puerta de la casa dos aldabonazos. Ahí está tu hermano; baja, hija, baja.

Hubo un instante de pavoroso silencio, durante el cual Bando se recostó en el anca del «rosillo» y sereno y sonriente miró a Melchor, a quien Maidagan tomó del brazo diciéndole: ¡Qué va a hacer!... Don Melchor... ¡Si no vale la pena!... al mismo tiempo que decía a Bando: ¡Monte y retírese, amigo! ¡Suélteme, Maidagan!... ¡Suélteme, le digo!

En diversos y pintorescos grupos se realizó el almuerzo presidido por la mesa dispuesta para Melchor que sentó a ella a los convidados más representativos: el comisario Maidagan, don Lucas, Baldomero, Lorenzo y dos muchachas hijas de un colono alemán a las que puso a su lado, al mismo tiempo que decía al hermano de ellas que las había acompañado: Usted no cabe aquí, amigo; pero ha de ser buen gaucho... acomódese por allí...

La carrera debía ser largada por Lorenzo, teniendo por juez de raya al comisario Maidagan, pero aquél no sospechó la laboriosa operación en que se había comprometido, pues cada vez que calculó poder bajar la señal de la partida debió desistir, porque el «overo» hacía punta, o el «ruano» se quedaba atrás, o el «rosillo» se anticipaba, o el «malacara» se volvía, o el «gateao» permanecía firme en la raya.