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Así lo hizo JUAN CLERICO en muchas impugnaciones que hace de los Santos Padres, y señaladamente en la Disertacion de argumento theologico ab invidia ducto, puesta al fin de su Lógica en el tomo primero de sus obras filosóficas de la edicion de Amsterdam de 1722.

Seria utilisimo que estas impugnaciones fueran recíprocas, y con conocimiento mútuo de ellas: porque de la contenciosa y racional oposicion resulta el esclarecimiento de la verdad, que es la que apetecen y buscan los que procuran el acierto.

Ya que nuestros jóvenes no puedan leer facilmente las impugnaciones sólidas, que los Franceses han hecho á Voltaire, á lo menos conviene que vean la que en lengua Castellana se ha publicado con el título: Oráculo de los nuevos Filósofos, donde hallarán por menor descubiertos y rechazados sus errores.

Ofrecióseles conciliar lo uno con lo otro disponiendo el decreto artificiosamente, de suerte que la corteza de la letra, á que habian de mirar los infieles, sonase á prohibicion de presentarse al martirio, pero que bien mirado el sentido, cual podian conocerle los prudentes cristianos, no incluyese ofensa de los mártires . Pero esta resolucion causó escándalo entre los cristianos ignorantes, desagradó á los mas ilustrados, y fué objeto de severas impugnaciones; causa tambien de reprobaciones y persecuciones nuevas.

Es singular por la doctrina, y por la fuerza de argumentos filosóficos, de que usa para defender la Fe Christiana de las impugnaciones de los sectarios, el tratado de nuestro LUIS VIVES de Veritate fidei christianae, dividido en cinco libros preciosísimos, pues en ellos comprehendió en la substancia quanto en este género han dicho los posteriores.

Haya impugnaciones en buen hora; pero abunden las doctrinas positivas: en la extensa línea en que desplega el error sus ataques, no basta cubrir la frontera con cuerpos ligeros y briosos que rechacen al enemigo; es preciso fundar colonias, focos de civilizacion y cultura, que al propio tiempo que defiendan al país, le hagan prosperar y florecer.

Tambien decretó que se tuviesen por escomulgados los que sin ser violentados á comparecer fuesen condenados á muerte, y como á tales se quemaron los cuerpos de algunos que permanecian todavía pendientes en el lugar del suplicio. Este decreto suscitó de parte del obispo Saulo, S. Eulogio y otros muchos sacerdotes, enérgicas impugnaciones que avivaron la de los cristianos.

Los espíritus no se satisfacen con solas impugnaciones: desean una doctrina que sustituya á lo impugnado: quien impugna niega; y el entendimiento no se contenta con negaciones, ha menester afirmaciones, porque no puede vivir sin la verdad positiva.