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No se engañó don Simón, en cuanto al efecto que se prometía, en su mujer a lo menos, de este argumento; pues doña Juana, como si le hubiera recibido en medio de la nuca, descompuesta y febril, comenzó a fulminar tempestades sobre su hija, porque, con sus locos amores, quería desautorizar a su familia ante la ilustre clase a que ya se daba por perteneciente.

El P. Gil se puso en pie vivamente, pálido como un muerto, con el espanto pintado en los ojos. Sus labios temblaron para fulminar sin duda alguna frase durísima, pero no llegó a pronunciarla. Se lanzó rápidamente a la puerta y desapareció por ella. Salió de casa sin darse cuenta de lo que hacía.

Le venían ganas atroces de gritar a los oradores: «¡Burros, pollinoscomo acostumbraba a hacer en el Saloncillo, o de fulminar contra ellos uno de esos sarcasmos feroces que levantan roncha. «Aquellas payasadas» le habían revuelto la bilis. No era milagro. Ya conocemos la gran virtud de segregación que el hígado del ex marino poseía.

Era tan rastrero y cobarde, que, á pesar de su ira, habló para fulminar anatemas contra los que aún soñaban con la restauración del absolutismo. El atentado de esta noche se ha reprimido dijo el ministro. ¡Quiera Dios que podamos impedir los que traten de perpetrar mañana! Es preciso buscar en su origen el remedio de este mal.

En los años pasados desde el consabido acontecimiento, la gente marinera había ido confundiéndose en todo con la terrestre, así en ideas como en hábitos y costumbres. Lo cual no dejaba de exasperar á Tremontorio, y dábale á menudo ocasión de fulminar sus embreados apóstrofes sobre los pinturines pescadores que caían por su banda. En una de estas ocasiones le vi yo en el Muelle.