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Púseme de un cabo y él del otro, e hicimos la negra cama; en la cual no había mucho que hacer, porque ella tenía sobre unos bancos un cañizo, sobre el cual estaba tendida la ropa encima de un negro colchón que, por no estar muy continuado a lavarse, no parescía colchón, aunque servía del, con harta menos lana que era menester.

Púseme de un cabo y él del otro y hecimos la negra cama, en la cual no había mucho que hacer, porque ella tenía sobre unos bancos un cañizo, sobre el cual estaba tendida la ropa que, por no estar muy continuada a lavarse, no parecía colchón, aunque servía dél, con harta menos lana que era menester.

Primero era preciso extender con sumo cuidado, encima de la tabla de liar, la envoltura exterior, la epidermis del cigarro, y cortarla con el cuchillo trazando una curva de quince milímetros de inclinación sobre el centro de la hoja para que ciñese exactamente el cigarro; y esta capa requería una hoja seca, ancha y fina, de lo más selecto: así como la dermis del cigarro, el capillo, ya la admitía de inferior calidad, lo propio que la tripa o cañizo.

Aquél tendimos, haciendo cuenta de ablandalle, lo cual era imposible, porque de lo duro mal se puede hacer blando. El diablo del enjalma maldita la cosa tenía dentro de , que puesto sobre el cañizo, todas las cañas se señalaban, y parescían a lo proprio entrecuesto de flaquísimo puerco. Y sobre aquel hambriento colchón un alfamar del mismo jaez, del cual el color yo no pude alcanzar.

Aquél tendimos, haciendo cuenta de ablandalle, lo cual era imposible, porque de lo duro mal se puede hacer blando. El diablo del enjalma maldita la cosa tenía dentro de , que puesto sobre el cañizo todas las cañas se señalaban y parecían a lo proprio entrecuesto de flaquísimo puerco; y sobre aquel hambriento colchón un alfamar del mesmo jaez, del cual el color yo no pude alcanzar.

Por aquella parte, las aldeanas ostentaban en canastillos de cañizo y juncos, bajo mil figuras caprichosas, la miel y la harina, la alcorza y el alfajó. Las esclavas africanas vendían las confituras y bollos, hechos con el caniamum y el ajonjo, que alegraban el espíritu, sin embriagarlo como el vino.

Y esto es verdad, mi buen lector mundano, Porque él, con catapultas de cañizo, Con frecuencia deshizo El rico armón de mi cañón prusiano. ¡Del arte militar, el horizonte Que ve un Napoleón o un Jenofonte...!