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Trincando una botella, Rubín apuntó al cura con tal desacierto que quedó descalabrado... el infeliz bajo de ópera. El zipizape fue de lo más célebre... D. Basilio tiró de los faldones a Rubín y por poco se queda con ellos en la mano. Todo el café se alborotó. El amo intervino... Emigración. Desde el día siguiente Juan Pablo trasladó sus reales a otro café. v

Concurre a los bailes llamados de candil, donde entra sin que nadie le presente, y donde su sola presencia difunde el terror: arma camorra, apaga las luces, se escurre antes de la llegada de la policía, y después de haber dado unos cuantos palos a derecha e izquierda: en las máscaras suele mover también su zipizape: en viendo una figura antipática, dice: aquel hombre me carga; se va para él, y le aplica un bofetón; de diez hombres que reciban bofetón, los nueve se quedan tranquilamente con él, pero si alguno quiere devolverle, hay desafío; la suerte decide entonces, porque el calavera es valiente: éste es el difícil de mirar: tiene un duelo hoy con uno que le miró de frente, mañana con uno que le miró de soslayo, y al día siguiente lo tendrá con otro que no le mire: éste es el que suele ir a las casas públicas con ánimo de no pagar: éste es el que talla y apunta con furor; es jugador, griego nato, y gran billarista además.

Porras, especie de Veuillot villaverdino, cobró alientos, apuró su ciencia, y extremó sus sátiras contra los que él llamaba «destructores de la unidad religiosa de la blasonada Ciudad». Se armó el zípizape; Villaverde tuvo con qué entretenerse cada domingo, y las cosas subieron a tal punto que a poco se llegan a las manos los exaltados contendientes.

Cállate, y déjame oír... ¿Qué notas?... ¿qué? Pero ten paciencia. Aguarda... Pues esto está muy malo. Hay aquí dentro un zipizape de mil demonios. ¿Qué clase de ruido sientes? La sístole es demasiado fuerte y... Algo de eso. El empuje de la corriente sanguínea... ; pero prevalece un síntoma muy perro, un síntoma... ¿Cuál es?, dímelo. ¿Cómo se llama? Amor. ¡Vaya! Llamaré otro médico.

El estupor que produjeron estas palabras reveladoras en el atento concurso, compuesto de muchachos rudos e ignorantes, pero de gran viveza de imaginación, fué tan extraordinario, que por un corto rato no se oyó la más insignificante voz, señal cierta de que las ideas vertidas por Santorcaz, entrando de improviso en los obscuros cacúmenes de sus oyentes, habían armado allí gran zipizape y polvareda, dejándoles aturdidos, confusos y sin palabra.

La niña protestó aún más ruidosamente contra esta hipótesis indecorosa, se puso agitada hasta un grado incomprensible y, levantándose con viveza, corrió al extremo opuesto de la sala, lo más lejos posible del capitán, como si éste fuese a tomar por la fuerza lo que de derecho le correspondía. Armose en la sala un zipizape de mil demonios. Todos hablaban, reían, chillaban sin acabar de entenderse.

Allí se armó un zipizape del Noroeste con tal cerrazón y tales celliscas, que al cuarto día amanecimos mar adentro y sin ver una pizca de tierra.