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Otros decían que era un símbolo del sol y los apóstoles las constelaciones del Zodiaco. Ana procuraba retirarse en cuanto podía hacerlo sin ofender la susceptibilidad de aquel libre-pensador que era su padre. ¡Con qué tristeza pensaba la niña, sin querer pensarlo, que los amigos de su padre eran personas poco delicadas, habladores temerarios!

Son notabilísimas la sala de los Arcades, el salon del Emperador, el de la Paz, el de las Cariatides, el del Zodiaco, la galería de piedra, la de las fiestas, adornada con una profusion que excede á todo exagerado encarecimiento, y el salon de las artes.

El salon del senado, magnífico como todos los del Palacio Ducal; hay dos inmensos cuadrantes que en vez de minuteros tienen los signos del zodíaco para señalar las horas: cuadros de los primeros artistas, techo de molduras, puertas de ébano.

En la loa son los personajes parlantes el águila de dos cabezas de Austria, el fénix, el pavo real, los doce meses del año y los doce signos del Zodiaco. No es grande el mérito de esta obra.

Paladín de una cruzada de gloriosos caballeros que oficiaron por la patria con la cruz de sus aceros, ofreciose en holocausto como símbolo y proclama, y cayó como una torre que alevoso el rayo asedia, 70 reflejando en la pupila la visión de la tragedia y prendiendo un meteoro del zodiaco de la fama. «Martí: su vida y su obra» por Néstor Carbonell

Había traído de Segovia gran acopio de cronicones de España, mucho libro de caballerías, no pocos de devoción, Las Epístolas de Séneca, De Oficiis de Cicerón, un Salustio, un Valerio Máximo, un Virgilio y algunos tratados de matemática celeste, a más de una esfera armilar con zodíaco de bronce.

El espectáculo comenzaba con un baile, en que tomaban parte las señoras más bellas. Bajo uno de los arcos se presentaba una carroza de cristal, en donde venía el río Tajo cercado de muchas ninfas y náyades. Un segundo carro traía al mes de Abril, y uncido á él venía el toro del Zodiaco.

Continuó por algunos días la explicación de la doctrina cristiana, oyéndole siempre con igual gusto y provecho; y pareciéndole ya tiempo de quitarles todas las ocasiones de recaer en la idolatría, ordenó que trajesen á la plaza los tabernáculos, las esteras y cuanto servía al culto de sus dioses, y pisándolo todo por escarnio y llenándolo de inmundicia, lo hizo abrasar, reservando solamente un instrumento astronómico de bronce, que representaba al sol y luna con los otros signos del Zodiaco; don que muchos siglos antes les habían dado los demonios, y después todos juntos se pusieron á bailar y cantar algunas canciones al son de los instrumentos que entre ellos se usan.

Don Alonso esperaba junto a la puerta, y, para distraer su emoción, desviaba por momentos los ojos hacia una extraña pintura suspendida del muro: loca apariencia, de zodíaco infernal, lleno de condenados y demonios. Aquel monarca no precisaba del aparato de los tronos.