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Actualizado: 11 de junio de 2025


Y deslumbrantes de verdad eran sus palabras: «La verdad es como la luz, no se esconde. El recuerdo de usted me ha acompañado por todas partes; la esperanza de volverle a ver me sonreía. Yo sabía que esta hora llegaría. Pero hay otras verdades en la vida. Y así como lo que le he dicho es realmente cierto, también lo es, y con verdad moral, que el amor de usted y el mío no son durables.

La vista de los obreros que manejaban los bloques incandescentes y los arrastraban fuera del taller, pareció volverle á la realidad. Saltaban en torno de ellos las moléculas del acero ígneo, como moscardones de mortal picadura. Llevaban los pies cubiertos de trapos, y tenían que sacudirlos con frecuencia para librarse de las mordeduras del metal.

Necesito veinte mil: ni uno menos. Si usted no puede... Iba á volverle la espalda, pero el enano le detuvo con humildad, considerando inútiles en la presente ocasión todas las excusas y retardos que hacía sufrir á sus clientes, como un suplicio á fuego lento. Se escurrió entre los grupos, suplicando á «Su Alteza» que esperase un instante.

El último gigante que llegó lo vi cuando estaba todavía en mi infancia; el único que hemos conocido después del triunfo de la Verdadera Revolución. Era un hombre de manos callosas y piel con escamas de suciedad. Babia un líquido blanco y de hedor insufrible, guardado en una gran botella forrada de juncos. Este líquido ardiente parecía volverle loco.

Si la fortuna quería volverle la espalda, sería ya tarde para hacerle sufrir la amargura de su infidelidad. Era tan rico, había llegado tan alto, que estaba á cubierto de toda inquietud.

Esto no puede seguir así dijo con autoridad . Afortunadamente, yo vuelvo á ser alguien en los presentes momentos, y remediaré tal desorden. No le prometo volverle hoy mismo á la Galería de la Industria, donde usted se encontraba tan bien. Sería demasiado rápido el cambio y los señores del Consejo Ejecutivo podrían ofenderse.

Luego procuró calmarla con sofística dialéctica que hizo poca mella en su ánimo irritado. Al fin, por misma se fue serenando y se avino a volverle a su gracia con tal que se llevase todos los regalos que le había hecho y le jurase solemnemente no traerle más. D. Laureano cargó con todos aquellos chirimbolos.

Combinando la maña con la fuerza, pudieron sacarle de allí y volverle a su casa, donde le dejaron, encargando a la patrona que le sujetara si podía, y que hiciera por darle de comer. Entre otras tenacidades monomaniacas, tenía la de que su honor le demandaba pedir explicaciones al moro por el inaudito agravio de suponer, de afirmar en público que él, Frasquito, hacía la corte a Benina.

Sabía perfectamente la duquesa, sin que la quedase la menor duda, que Felipe III era miope de inteligencia; que sólo había heredado de su abuelo Carlos V ciertos rasgos degradados de la fisonomía; que el cetro se convertía en sus manos en rosario; que era débil é irresoluto, accesible á cualquiera audacia, á cualquiera ambición que quisiera volverle en su provecho, y lo menos á propósito, en fin, para regir con gloria los dilatadísimos dominios que había heredado de su padre.

Puede que la hubiera dijo la otra al fin, con voz muy apagada y trémula . Puede que ... ¿Ve usted cómo salen las heces cuando se las quiere sacar? Pero también le diré a usted que yo no contaba con volverle a ver... Pensé que no se acordaba de . Yo me llegué a creer que podría ser buena y honrada... me lo tragué. ¿Pero cómo fue ello?, que él me buscó... señora, me buscó y me encontró.

Palabra del Dia

rigoleto

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