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Actualizado: 14 de octubre de 2025


Sea como sea, con la muerte del Padre, de quien, salvo la tertulia, nadie hacía ya caso en Villafría, hubo en todo el lugar una recrudescencia de cariño y de entusiasmo hacia él. Se dieron a admirarle y a celebrarle mil veces más que en el día de su llegada. Por lo mismo que apenas le habían tratado, la imaginación vulgar pudo inventar y fantasear a su antojo. Se ponderaron sus virtudes.

Doña Manolita, al dar la broma, miraría al Padre, a ver si se inmutaba o si permanecía impasible, en apariencia al menos. Como lo pensó, lo hizo. Doña Manolita dijo a doña Luz que D. Jaime iba a prendarse de ella, apenas la viese; que D. Jaime no podía sospechar que, en un lugar tan arrinconado como Villafría, estuviese oculto tanto tesoro; y que, a su ver, era evidente el amor futuro de D. Jaime.

El P. Enrique se instaló muy cómoda y holgadamente en casa de los Marqueses de Villafría, donde Tomás se ofreció para cuidarle; pero el P. Enrique traía consigo un criado chino, llamado Ramón, que le cuidaba con el mayor esmero. Vida del Padre en el lugar

Villafría, población muy adelantada, producía este efecto en el P. Enrique. Nada amilanaba su corazón, ni allí tenía que temer nada; pero su entendimiento estaba amilanado y reconocía su carencia de influjo. No afirmo yo que se establezcan corrientes magnéticas; pero, sin decirlo como verdad, puedo decirlo como imagen; entre sus paisanos y él no había corriente magnética alguna.

Este señorito llevó al forastero de visita en casa de su padre, que era el que más escupía por el colmillo en Villafría en punto a hablar de onzas de oro, y a ponderar la abundancia y grandeza con que vivía. A las pocas preguntas del forastero, el hacendado le dijo todo lo rico que era, triplicando sus facultades.

Don Jaime pugnaba porque doña Luz había de ir a Madrid con él; pero doña Luz lo repugnaba con tamaña obstinación, que D. Jaime tuvo que transigir, concertando que por lo pronto, esto es, mientras no fuesen ambos mucho más ricos, doña Luz continuaría residiendo en Villafría.

Lo cierto es que, siendo persona de valer, se había resignado a vivir y ejercer su facultad en Villafría. Doña Luz tenía encantado a D. Anselmo y D. Anselmo a doña Luz. Para esto había diversas causas.

Decía, pues, que en veinte leguas a la redonda, tomando a Villafría por centro del círculo o redondel, no había más honrado y virtuoso varón que su administrador: que el ahorro de cuatro mil duros al año que D. Acisclo se jactaba de haberle hecho era de la más rigurosa exactitud; y que por consiguiente todavía le salía deudor, en los veinte años que había administrado sus bienes, de algo más de 80.000 duros.

Algo de eso hay respondió el interrogado . Infieles voy a convertir, pero sin salir por ahora de Villafría. ¿Y cómo va a ser eso? dijo doña Luz. Muy sencillamente continuó D. Acisclo . Ya saben ustedes que yo he sido y soy, dicho sea entre nosotros, desechando la modestia, un hombre bastante útil para mi patria.

Pues entonces ¿a qué todas esas quintaesencias y marañas sutiles con que te devanas los sesos? Dile que ; ámale; cásate con él y verás cuán dichosa eres. Da esperanzas al menos de que le amarás, si no quieres dar un completo y redondo desde el principio. Con estas esperanzas, él lo promete, no se irá a Madrid y permanecerá en Villafría.

Palabra del Dia

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