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Actualizado: 21 de julio de 2025


Las palabras que nos murmurábamos volvieron a tener un sentido íntimo, un sabor secreto que nos inundaba de alegría. Los acentos de Gloria, al salir de sus labios húmedos, no quedaban en el oído, sino que corrían por mis venas con dulzura infinita, y sus negros ojos brillantes me interrogaban sobre aquel misterioso y divino sabor que ella notaba también, sin saber de dónde venía.

Aunque ignorasen los pormenores, lo mismo don Oscar que su madre estaban seguros de que yo no era tal oficial carlista y que venía en seguimiento de ella desde Marmolejo. Cuando le expresé mi temor de que cortasen aquellos coloquios a la reja, me respondió con resolución: Si me quitan la reja, ya buscaremos otro medio.

La tía Alcaparrona también bebió, y su hijo, que al fin había conseguido agregarse al cortejo del amo, pasaba y repasaba ante éste, enseñándole la dentadura caballar con la mejor de sus sonrisas. Dupont peroraba tremolando en alto la botella. Venía para invitar a su comilona a todas las muchachas de la gañanía, pero sólo a las guapas.

A cada momento se asomaba a la puerta, a ver si Piedad venía: escribía, y se ponía a silbar: abría un libro, y se quedaba mirando a un retrato, a un retrato que tenía siempre en su mesa, y era como Piedad, una Piedad de vestido largo.

Mientras el belicoso médico no venía, todo era paz y sosiego en la habitación de la enferma. Únicamente lo turbaba el llanto, prontamente acallado, de la niña.

De los confines del horizonte la noche venía desplegando su velo misterioso, que pronto iba á envolver en la sombra la tierra, el cielo y el mar. Velázquez, que nunca había fijado su atención en los esplendores de la naturaleza, sintió la poesía de aquella hora sublime. Un gozo, que brotaba del fondo del alma, poblaba de encantos cuanto abrazaban sus ojos, y desataba su lengua avara de palabras.

Venía el bárbaro Alí-Bajá confiado en el triunfo, y engañado; qué algunos pescadores habíanle dicho que la armada de la Liga era mucho menor que la suya, y mal proveída y pertrechada, y que aun así, mucho mayor era el número que la valía de la gente de la Liga, toda de leva y allegadiza; por su parte, don Juan de Austria creía que el dey de Argel, Aluch-Alí, temeroso de la suerte de la batalla, había abandonado a Alí-Bajá.

A mis pies entreví una estrecha banda de tierra sobre la cual estaba en pie; detrás el abismo negro, sin fondo... A mi lado, vi a Roberto que venía a socorrerme, bajando lentamente y con precaución las gradas de lo que me parecía una escalera. ¿Dónde estás? gritó él. Y al mismo tiempo sentí que su mano, buscándome, avanzaba hacia . Entonces me arrojé contra él y me aferré a su cuello.

Oro venía de todas partes, ya de Tíbar, ya de Ofir; ámbar y estaño, del Norte de Europa; cobre y hierro, de España. De esta suerte abundaba todo en Jerusalén.

Responder quería don Quijote a Sancho Panza, pero estorbóselo una carreta que salió al través del camino, cargada de los más diversos y estraños personajes y figuras que pudieron imaginarse. El que guiaba las mulas y servía de carretero era un feo demonio. Venía la carreta descubierta al cielo abierto, sin toldo ni zarzo.

Palabra del Dia

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