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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Entonces el pueblo de la tierra tomó a Joacaz hijo de Josías, y lo ungieron y lo pusieron por rey en lugar de su padre. 31 De veintitrés años era Joacaz cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. 32 Y él hizo lo malo en ojos del SE
Felisa tenía veintitrés años; era hermosa, rica, estaba enamorada, podía casarse, porque su tutor no lo estorbaba, y sin embargo, iba dilatando voluntariamente la realización de su ventura: encantos de la juventud, bienes de fortuna, pasión correspondida, todas las circunstancias que justificaban y debieran de contribuir a que la boda se celebrase pronto, quedaban en ella esterilizadas por una resistencia incomprensible.
Pesa próximamente.... ¿Cuánto dirán ustedes? ¿Quién puede saberlo? contestaron al par mis interlocutores. Calculen ustedes poco más ó menos. ¿Dos mil quinientos quintales? preguntó el compañero del brigadier. Más de cinco mil. Pesa muy cerca de veintitres mil arrobas. ¿Y esa columna es de una sola pieza? Una sola pieza. De otra manera no seria obelisco.
Sin contar catorce conventos suprimidos de frailes, y veintitres de monjas, Toledo tiene ademas de la catedral veinte iglesias parroquiales, nueve capillas públicas y seis muzárabes. Asi, pues, los habitantes no alcanzan para las iglesias.
Tenía veintitrés años, era huérfana, y su fortuna la apreciaban como una de las más grandes de Rusia. El primer príncipe Lubimoff, pobre y hermoso cosaco, que no sabía leer, logró llamar la atención de la gran Catalina, figurando á la cabeza de sus amantes de segundo orden.
El empleado preguntaba al Machaco, y éste contestó, sonriendo con sencillez infantil: Con ésta veintitrés. -Te han traído por un portamonedas de señora, ¿verdad?... Le darías tirón y echarías a correr. No, señor dijo el Machaco poniéndose serio . Lo saqué de dentro del bolsillo. Yo ya no hago esas cosas.
No tenía consuelo desde la muerte de su esposo y se extinguió apaciblemente, sin una queja. Se hubiera dicho que no podía vivir sin las injurias con que su marido la había colmado diariamente durante veintitrés años. Desde entonces los dos hermanos se quedaron solos en el molino. Nada extraño era que se uniesen más estrechamente aún, que tratasen de confundir sus existencias.
El uno preconizaba el uso del agua fría en los baños; el otro se revolvía contra este procedimiento y afirmaba con datos estadísticos que el agua fría aumentaba la mortalidad un treinta y cuatro por ciento, mientras el uso del agua caliente la rebajaba hasta un veintitrés. El resultado de esto era que nadie sabía a qué atenerse en la casa y todo el mundo andaba de cabeza.
No me extraña, porque a los veintitrés años hay que dormir mucho más que a los sesenta. Vete a descansar, Amaury; ya quedaré yo velando. »Sus palabras no eran de acritud ni burla; antes al contrario, las dijo con acento de compasión paternal por mi poca fortaleza. Pero al oírle sentí, sin saber por qué, una sorda irritación semejante a un sentimiento de celos o de envidia.
Entonces debía de tener, según sus vagos recuerdos, cuatro años. Veintitrés habían pasado, y aquel dolor aún la enternecía.
Palabra del Dia
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