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Actualizado: 8 de junio de 2025
La corte y el pueblo piensa en todo de distinto modo: la corte es escéptica y el pueblo es creyente; la corte transige con los dos implacables y constantes enemigos del cristianismo, los pueblos mahometano y judáico, y la nacion anhela su completo esterminio; la política de la corte ajusta paces con el rey de Granada para mover guerra al de Aragon, y la política nacional abandona al renegado á su descabellado empeño protestando de todas las maneras posibles contra la violencia que padece; la corte ama una literatura impregnada de sensualismo y un arte seductor y pagano, y la nacion prefiere la nervuda y varonil literatura de sus romances y el arte austero, místico y sombrío, florecido á la sombra de los claustros.
La cortesana estaba proscrita por cara y peligrosa: pero se toleraba el padre pobre que transige con la prostitución de la hija, porque ayuda á ir viviendo y se oculta en la propia casa. ¡Ni amor, ni bailes, ni trato social entre los dos sexos; ni expansiones de la juventud! Aresti lo declaraba irritado: la vida estaba momificada en su país.
Ser un farsante despreciable a sus propios ojos, o un renegado para el mundo, porque la sociedad transige con todas las deserciones y todas las apostasías, pero no tiene piedad para la abjuración del clérigo. Abjurar, o resignarse. Lo primero sería aventurarse a la lucha contra el mundo; lo segundo, envilecerse. ¿Hasta dónde podían precipitarle las consecuencias de una abjuración?
Esto basta para apreciar que el duque tenía todavía fijas en el magín raíces de ideas viejas; pero, a pesar de todo, podía considerársele como demagogo comparado con su hechicera consorte. La duquesa era el prototipo de la dama aristocrática, que sólo en las cuestiones del amor y de la moda transige con el progreso.
Estas innobles guerrillas que dirige y exacerba el hambre, ó cuando mucho, la ambición de mando ó de destinos, no puede sufrirlas un día y otro día ningún hombre que aprecie en algo su hidalguía y sienta aún el rubor de su dignidad calentarle las mejillas cuando una torpe lengua ó una envenenada pluma le hieren en el sagrario de su honra; que ésta no transige, ni ser puede más que una, ora se albergue bajo el burdo ropaje del campesino, ora bajo los bordados ostentosos del hábito de un magnate.
Del conocimiento intuitivo de esta condición del amor, nace la tolerancia, el mutuo ceder, hasta que los egoísmos se convierten en recíproca generosidad. Cuando se quiere mucho se transige mucho. ¡Ay, hijita, le quiero!... ¡tú no sabes cómo le quiero! Y con todo transijo, menos con que se quede toda la noche en el Jockey. Con eso no transijo, ¡no transijo y no transijo! Está bien, Luisita.
Palabra del Dia
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